Los rudimentos del cine contemporáneo hunden sus raíces en los experimentos de carácter científico llevados a cabo durante las últimas décadas del siglo XIX cuando era impensable imaginar el camino que había de recorrer ese nuevo modo de expresión.
En ese contexto, esta filmación de W.K.L. Dickson y W. Heise representa una anticipación del futuro en el ámbito de la técnica y su valoración desde el punto de vista artístico es apenas relevante formulada en el siglo XXI.
Debe resaltarse, no obstante, su mérito como vanguardia, su contribución al desarrollo posterior de la cinematografía -al margen de que su método fuera o no utilizado- y, en todo caso, la valentía de aventurarse hacia un mundo desconocido en el que todo estaba por descubrir.