La excelente puesta en escena de C. Exton, la deslumbrante aportación de recursos técnicos, formales y materiales, la ambientación minuciosa y la banda sonora envolvente generan fascinación en el espectador.
La situación más compleja se torna oportunidad para un elegante giro de la cámara, cada lance abstruso se resuelve mediante un plano brillante que se explica por sí solo, cada diálogo ilustra una teoría y cada idea encuentra en la pantalla un apoyo en que sustentarse.
Por eso la intriga es la protagonista, la incertidumbre su aliada y el misterio su consecuencia.
Y, como siempre, el desarrollo de la acción alcanza su máximo esplendor gracias a la presencia de D. Suchet, de H. Fraser y de P. Jackson.