Trepidante comienzo de un inesperado film estrenado en 1935 que propone en su argumento una historia dura y bronca sin contemplaciones.
Su tratamiento es el del buen cine negro, con detalles de notable calidad y toques de humor teñidos de trama romántica.
Busca el impacto inmediato entre el público a base de presentar lances arriesgados, apostar por la acción directa y proporcionar dramatismo a raudales que deja un cierto regusto amargo.
La trama se desarrolla a ritmo de violencia pero también al compás de una permanente pulsión psicológica y, entre un registro y el otro, siempre predomina una enorme eficacia narrativa.
Aunque un desenlace poco plausible -el relato se debe a T. Walsh- le resta parte del mérito contraído.