Los años 90s fueron una época marcada cinematográficamente como la era del auge definitivo de los héroes de acción, y fue en ‘Pasajero 57’ donde se licenció uno de los últimos action-heroes que mereció el calificativo de relevante: Wesley Snipes.
Kevin Hooks fue el firmante de este vehículo de género, eficaz y veloz que lanzó al estrellato a Snipes. Un Snipes que interpretaba a John Cutter, un chulo antihéroe de pasado traumático que vivirá su redención a más de siete mil metros de altura, cuando el vuelo que lo lleva hasta Los Ángeles sea secuestrado por el terrorista más temido de todos, Charles Rane, un ejemplar villano creado por Bruce Payne.

Lejos de querer ser una obra de referencia dentro del género como fueron ‘Depredador’ o ‘Jungla de cristal’, ‘Pasajero 57’ se centra en su tono macarra, en la chulería de su protagonista y sus habilidades para resolver situaciones límites, y en la maldad que desprende el rostro y las acciones de su rival.
La dirección por parte del citado Hooks es tan impersonal como efectiva, se encarga de que la cámara visualice la acción y las hazañas del protagonista ya sea en tierra o en el aire, y con eso basta y va sobrado. Aquí lo que verdaderamente cuenta, y por lo que el film es reconocido es por su escenas de acción, que cumplen sin estridencias, y por las habilidades en la lucha cuerpo a cuerpo y el manejo de armas de fuego de su protagonista que, por supuesto, son excepcionales.

En definitiva: ‘Pasajero 57’ presenta setenta y siete minutos de ajustadísima duración, una trama sencilla, un villano malvado, y un héroe mal encarado. Estos son los grandes alicientes de un film que se puede decir está hecho exclusivamente para fans del género, muy modesto en sus pretensiones, claramente esclavo de la época en que se filmó y con instantes que, dependiendo del espectador y sus niveles de flipamiento, pueden resultar antológicos o ridículos.

-Lo mejor: Es entretenida, tiene un villano de altura y sirvió para lanzar a Snipes al estrellato.

-Lo peor: Sinceramente no vale la pena centrarse en sus fallos, porque si nos ponemos sensibles con ellos acabaríamos destrozándola. Lo mejor es disfrutar de sus menos de 80 minutos de pura evasión, y olvidar el resto.

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