A pesar de ser un relato basado en hechos reales, Oro puro consigue dotar de una dimensión cinematográfica al relato de Giwar Hajabi. Sin caer en un contenido plenamente ficticio, pero tampoco siendo un documental, el espectador se creerá al personaje que ve en pantalla.

Emilio Sakraya consigue hacer una representación muy humana del rapero kurdo hasta el punto en el que puedes llegar a entender qué le mueve a hacer diversas acciones. El film arranca con una serie de flashbacks de la infancia de Hajabi, mostrando la dureza de la persecución a los kurdos. Se plantea desde el principio como una obra con gran carga histórica y las menciones a diferentes pueblos refugiados estarán presentes durante todo el argumento. La etapa de crecimiento del protagonista, hasta la llegada a la etapa adulta, es una radiografía de la vida de los jóvenes migrantes en barrios marginales, un hecho que no es exclusivo de Alemania, sino que se puede extrapolar a toda Europa.

A partir de la adolescencia y, sobre todo, siendo adulto, el relato se adorna un poco. Se romantiza bastante la vida criminal, a pesar de que Hajabi es totalmente consciente de que no es el camino que quiere seguir. Ya entrados en el arco final, se pierde totalmente el sentido dramático de la propuesta para adentrarse, de lleno, en una película de gánsteres amateurs. No obstante, el carisma de Xatar consigue mantener al espectador pendiente de su próximo paso durante toda la historia.

A pesar de diluirse un poco la trama en el mundo de la droga y el crimen, la música juega un gran papel como hilo conductor. Bien presente desde sus inicios, el protagonista irá descubriendo su pasión por ella y, sobre todo, cómo quiere enfocarla a la par que va creciendo como persona. Al tener este eje central, como es obvio, el largometraje cuenta con una banda sonora magistral. Los estilos musicales que forman parte de ella irán evolucionando a medida que cambia el entorno de Xatar hasta que el rap y el R&B tomen protagonismo. El rap alemán que se nos presentará, cuenta con muchas influencias africanas y orientales, fruto del entorno migrante en el que crece Hajabi.

En resumen, Oro puro es un buen retrato de lo que supuso la persecución kurda y lo que implica crecer en un entorno marginal y pobre, donde la mayoría de sus habitantes son refugiados. La gran carga cultural que presenta la cinta de Fatih Akin pasa a un segundo plano a causa de la ligera romantización que hay sobre el crimen y la droga. Aun así, cuenta con una banda sonora y un montaje excelente, que acompañan a un papel principal muy carismático, dando como resultado un título muy entretenido.

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