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Voto de Revista Contraste:
7
Documental Documental que nos traslada a la gran desconocida de la Península Ibérica, la Dehesa. Un bosque único en el mundo donde descubriremos sensaciones muy diversas. Encinas, alcornoques y quejigos dan lugar a un campo de batalla donde se retan los grandes herbívoros, donde cazan los elegantes y sigilosos linces ibéricos y las formidables águilas, donde las flores esconden depredadores con camuflajes sorprendentes. Pero también puede ser un ... [+]
9 de octubre de 2020
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después del éxito de sus dos anteriores documentales, Guadalquivir (2014) –que fue nominado a los premios Goya– y Cantábrico: los dominios del oso pardo (2017), Joaquín Gutiérrez Acha no deja indiferente a la audiencia con esta nueva producción que recorre los bosques de la Dehesa, símbolo de la fauna de la península y hogar del lince ibérico.

Los más de veinte años de experiencia del realizador en el campo de las piezas divulgativas sobre naturaleza cristalizan en este último documental, tanto en los movimientos de cámara como en la estructura del largometraje y los encuadres elegidos.

El film pone en evidencia la paciencia necesaria para producirse; el director ha conseguido captar a la perfección gran parte de los movimientos cotidianos de los animales del ecosistema y ha sabido disponerlos de manera elegante, ralentizando todos los que suceden en el agua y creando así imágenes únicas y sorprendentes que destacan por su color y movimiento.

Tras veintiséis meses de rodaje, Gutiérrez Acha nos ofrece planos detalle que permiten apreciar los colores y la elegancia de los insectos que pasan desapercibidos al ojo humano. Por otro lado, articula estratégicamente un conjunto de tomas generales que resaltan el encanto de la Dehesa y la simplicidad de la vida de las especies que conviven en ella.

También consigue plasmar una tranquilidad que no se corresponde con la realidad del bosque, constantemente marcada por el canto de los miles de pájaros y los rugidos de todas las especies. A través de largas y estéticas secuencias, y con la ayuda de una serena narradora, el cineasta convierte al público en un mero espectador que solo se verá mínimamente alterado en las escenas en que los linces o las águilas atacan a sus presas.

Como colofón, la película pone en evidencia la presencia del ser humano en los bosques, pues no deja de ser un espacio creado “artificialmente”. Sin embargo, el director no pretende mostrarlo como un agente dañino, sino como un sujeto que cuida del ecosistema, talando los árboles enfermos o controlando las plagas de escarabajos que ponen en peligro el espacio.

www.contraste.info
Revista Contraste
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