Claret arranca con la llegada de una carta anónima a Azorín, un escritor en busca de inspiración y sentido a su vida. Gracias a este documento, el autor de la generación del 98 se embarca en la búsqueda de la verdadera historia de Antonio María Claret, un religioso español que fue víctima de una perversión de información en sus biografías y obras. Esta corrupción perduró sin cambios ni justicia durante 60 años.

Si bien es cierto que el guion abunda en hechos históricos de gran relevancia y narra una crónica verídica e interesante, son muchos otros los factores que hacen de su visionado algo lento e insípido.

Con un comienzo un tanto confuso, es fácil perder el hilo de lo que está ocurriendo. Y después de una cadena de diálogos que obvian los acontecimientos, a lo que se añade un exceso de saltos temporales, el espectador termina desorientado.

En la misma línea, proliferan momentos en los que existe un claro discurso político; algo que juega en contra cuando distrae de los acciones que se presentan. De todos modos, como la película también despliega un trasfondo de crítica social –que encaja perfecto en el tipo de trama– consigue mover al público que rechaza esas situaciones verdaderamente injustas.

Por lo general, la composición musical es uno de los aspectos que más destacan, pues elevan y mejoran –por lo general– las actuaciones del elenco, que son uniformes y no terminan de emocionar. Y es que sus arcos de transformación son predecibles y dejan poco espacio a la expectación de los que están en la butaca.

Tras el largo recorrido hasta la conclusión del film y, a pesar del sabor amargo que deja, Pablo Moreno consigue un impactante desenlace que termina redondeando su propuesta.

En esencia, Claret es un claro ejemplo de un relato apasionante que no se ejecuta con eficacia, pero logra dejar un buen sabor de boca final.

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