El título y la premisa del largometraje son prometedores, pero, lamentablemente, ambos son el punto más álgido al que llega la película. A partir de una introducción bien planteada, la narrativa empieza a desviarse hasta un desenlace tan simple que hace que el conflicto inicial no tenga sentido ni para la trama ni para los personajes.

El misterio (de tintes románticos) que se da entre la pareja se desarrolla muy lentamente; tanto que, aunque el metraje no es excesivo, la cinta se hace larga. A su favor, debe decirse que la directora trata los hechos con sutileza de manera que, durante todo el film, consigue confundir al espectador, quien no sabe si lo que está presenciando es real o fruto de la imaginación de la protagonista.

Natasa Stork realiza un gran trabajo, con una actuación expresiva y contenida a la vez. No obstante, la propuesta no cuenta con más rasgos atractivos. Ni siquiera la música –cuidadosamente seleccionada– o la composición fotográfica –oscura y con colores fríos– logran hacer despegar un argumento poco elaborado. Al final, probablemente sea más cautivadora la idea de lo que pudo ser, y no fue.

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