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Voto de Fej Delvahe:
10
6,7
430
Drama
Anatoli, un marinero capturado por los nazis en 1942, es obligado a cometer un imperdonable acto de barbarie. Treinta años más tarde corren rumores de que un hombre santo, conocido como el padre Anatoli, que vive en una isla casi desierta, es capaz de hacer milagrosas curaciones y puede ver el futuro. Así, una joven poseída por demonios llega hasta la isla en busca de ayuda. (FILMAFFINITY)
4 de agosto de 2010
27 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
¡Atención!: Está usted ante una película que le dejará asombrado y trascendido, que le provocará gratitud. “Ostrov” (isla) es de esas sorprendentes creaciones que a veces tienen lugar en el cine, que nos dejan cavilando, aprehendidos, espiritualizados, imantados hasta tal punto que sentimos la irremediable necesidad de verla numerosas veces más y hablar de ella a otras personas, y dar a conocer o extender su hermosura, su fascinación, su sutileza prodigiosa. No tardará en convertirse en un filme de culto y referencia, en la línea del impresionante y natural sentido teológico de lo humano, que ya vimos en “Ordet”, Nazarín o “El hombre que no quería ser santo”.
Es un filme sobre el arrepentimiento y la culpa de un hombre que obró de forma cobarde y criminal; sobre su vivir expiatorio, distanciado y casi en soledad; sobre el trabajo y la oración constante a los que dedica su existencia; sobre su relación con sus compañeros monjes y con los seglares que vienen a visitarlo.
Pero también “Ostrov” nos recuerda y hace presente, al religioso excéntrico, que siempre se ha dado en el cristianismo desde antiguo y sobre todo en el cristianismo ortodoxo; un tipo de místico loco, de santo que hace gansadas, de ermitaño o anacoreta que da gritos, salta, canta o hace el payaso cuando menos te lo esperas, de profeta inculto o poco especulativo que practica una vida de extrema pobreza, de monje raro y mugriento que anda desaliñado, sin apenas lavarse, al margen de las normas sociales e incluso al margen de las normas de la Iglesia; pero que sin embargo posee dones como la capacidad de ver en el interior humano, de aconsejar con sabiduría, de pedir y ser atendido por lo Inefable, de exorcizar, de sanar, etc., que otros más correctos, ordenados, doctos, bien vestidos profesionales de la religión, no tienen.
Anatoly, vive en una comunidad de monjes ortodoxos, aunque apartado de sus compañeros, en una isla de las que abundan por la costa del Mar Blanco, —mar que en realidad es un golfo del Mar de Barents (en el océano Glacial Ártico), localizado en Rusia, entre la península de Kanín al Noreste, la comarca de Karelia al Oeste y la península de Kola al Norte—. La fama de santidad de Anatoly se ha extendido y la gente de las poblaciones cercanas en el continente peregrinan en barcas a pedir sus bendiciones, sus oraciones, sus sanaciones, sus consejos, etc., algo que incluso causa envidia en algún compañero y docto monje a quien la gente no acude para nada.
Anatoly lleva décadas como un pobrísimo y miserable monje, ora y trabaja desde el alba hasta la noche acarreando carbón, tratando de purgar un antiguo y grave pecado que cometió en su juventud. De hecho cuando vienen seglares buscando su bendición o dones espirituales, él evita ese halo de santidad que le adjudica la gente y suele hacerse pasar por otro monje, evitando darse importancia a sí mimo o caer en la vanidad de quien se nota admirado.
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Es un filme sobre el arrepentimiento y la culpa de un hombre que obró de forma cobarde y criminal; sobre su vivir expiatorio, distanciado y casi en soledad; sobre el trabajo y la oración constante a los que dedica su existencia; sobre su relación con sus compañeros monjes y con los seglares que vienen a visitarlo.
Pero también “Ostrov” nos recuerda y hace presente, al religioso excéntrico, que siempre se ha dado en el cristianismo desde antiguo y sobre todo en el cristianismo ortodoxo; un tipo de místico loco, de santo que hace gansadas, de ermitaño o anacoreta que da gritos, salta, canta o hace el payaso cuando menos te lo esperas, de profeta inculto o poco especulativo que practica una vida de extrema pobreza, de monje raro y mugriento que anda desaliñado, sin apenas lavarse, al margen de las normas sociales e incluso al margen de las normas de la Iglesia; pero que sin embargo posee dones como la capacidad de ver en el interior humano, de aconsejar con sabiduría, de pedir y ser atendido por lo Inefable, de exorcizar, de sanar, etc., que otros más correctos, ordenados, doctos, bien vestidos profesionales de la religión, no tienen.
Anatoly, vive en una comunidad de monjes ortodoxos, aunque apartado de sus compañeros, en una isla de las que abundan por la costa del Mar Blanco, —mar que en realidad es un golfo del Mar de Barents (en el océano Glacial Ártico), localizado en Rusia, entre la península de Kanín al Noreste, la comarca de Karelia al Oeste y la península de Kola al Norte—. La fama de santidad de Anatoly se ha extendido y la gente de las poblaciones cercanas en el continente peregrinan en barcas a pedir sus bendiciones, sus oraciones, sus sanaciones, sus consejos, etc., algo que incluso causa envidia en algún compañero y docto monje a quien la gente no acude para nada.
Anatoly lleva décadas como un pobrísimo y miserable monje, ora y trabaja desde el alba hasta la noche acarreando carbón, tratando de purgar un antiguo y grave pecado que cometió en su juventud. De hecho cuando vienen seglares buscando su bendición o dones espirituales, él evita ese halo de santidad que le adjudica la gente y suele hacerse pasar por otro monje, evitando darse importancia a sí mimo o caer en la vanidad de quien se nota admirado.
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SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
Hay varias escenas deslumbrantes, arrebatadoras, más fenomenales que una aurora boreal de las que a menudo suelen verse en esa zona costera del Océano Glacial Ártico.
Por ejemplo. Entre los peregrinos que vienen a la isla en busca del "padre" Anatoly, hay una adolescente que al ver un monje sucio, hosco y huidizo, intuye que él es el santo Anatoly y lo sigue. En un momento dado lo aborda y le pide hablar con él. Anatoly al contemplar el nerviosismo de la joven le dice: “Tienes un problema”. Ella empieza a llorar y confiesa que sí. Él se va y al rato aparece con algo metido debajo de su sotana, imitando la apariencia de una embarazada, con lo cual le indica a la muchacha que él ya sabe cuál es su problema. Entonces le grita: “¿Qué buscas de mí, una bendición para el asesinato?” y amenazándola con el puño pero sin darle continúa: “¡Toma esto por una bendición!”; ella, nerviosa y derramando lágrimas responde: “¡Por favor, padre, aunque vaya abortar pido su bendición de hombre santo!”; Anatoly le replica de frente: “¿Tú vas camino al infierno y quieres arrastrarme a mí también?”. La muchacha, suplicando y entre lágrimas, se arrodilla delante de él y confiesa: “Sí, es verdad; pero si tengo un bebé no podré casarme. ¿Quién se va a querer casar conmigo si tuviera un bebé?”. Anatoly se agacha y aproximando su rostro al de la adolescente le dice: “No querrán casarse contigo tanto si abortas como si das a luz al bebé. Por lo tanto, deberías tener al bebé para mayor comodidad tuya, para tu propia felicidad, pues tu hijo será para ti el mejor de los consuelos. En cambio, si abortas, si matas al inocente, te maldecirás a ti misma toda la vida por haberlo hecho. Tómate tu embarazo como una bendición”. Ella atónita por el sabio consejo contesta: “¿Cómo sabe usted eso?” Y el monje insociable, sucio y con apariencia de loco, le contesta: “Porque yo maté a un hombre y sé la maldición que ello conlleva”. Entonces él la ayuda a levantarse y serenamente le dice: “De todos modos, no te arrodilles delante mía. Arrodíllate sólo para orar ante Dios”. Con un gesto paternal Anatoly le limpia el resto de una lágrima sobre la cara y le anuncia sonriendo: “Tendrás un niño, un niño de oro”. A lo cual ella también sonríe por primera vez y en sus ojos reluce el alivio y la esperanza. De repente, harto ya de tanta charla, dado que ya le ha dicho todo cuanto tenía que decirle, Anatoly grita y asusta a la joven para que se vaya: “¡Y ahora sal de mi isla!”. La joven sale corriendo y se vuelve agradecida, pero él la asusta de nuevo, gritando tras de ella como un lunático, para se largue de una vez.
Y no queda ahí la cosa. "Ostrov" en su conjunto, de principio a fin, es un soplo metafísico que consterna el alma como si lo infundiera el mismísimo Espíritu de Dios.
Fej Delvahe
Por ejemplo. Entre los peregrinos que vienen a la isla en busca del "padre" Anatoly, hay una adolescente que al ver un monje sucio, hosco y huidizo, intuye que él es el santo Anatoly y lo sigue. En un momento dado lo aborda y le pide hablar con él. Anatoly al contemplar el nerviosismo de la joven le dice: “Tienes un problema”. Ella empieza a llorar y confiesa que sí. Él se va y al rato aparece con algo metido debajo de su sotana, imitando la apariencia de una embarazada, con lo cual le indica a la muchacha que él ya sabe cuál es su problema. Entonces le grita: “¿Qué buscas de mí, una bendición para el asesinato?” y amenazándola con el puño pero sin darle continúa: “¡Toma esto por una bendición!”; ella, nerviosa y derramando lágrimas responde: “¡Por favor, padre, aunque vaya abortar pido su bendición de hombre santo!”; Anatoly le replica de frente: “¿Tú vas camino al infierno y quieres arrastrarme a mí también?”. La muchacha, suplicando y entre lágrimas, se arrodilla delante de él y confiesa: “Sí, es verdad; pero si tengo un bebé no podré casarme. ¿Quién se va a querer casar conmigo si tuviera un bebé?”. Anatoly se agacha y aproximando su rostro al de la adolescente le dice: “No querrán casarse contigo tanto si abortas como si das a luz al bebé. Por lo tanto, deberías tener al bebé para mayor comodidad tuya, para tu propia felicidad, pues tu hijo será para ti el mejor de los consuelos. En cambio, si abortas, si matas al inocente, te maldecirás a ti misma toda la vida por haberlo hecho. Tómate tu embarazo como una bendición”. Ella atónita por el sabio consejo contesta: “¿Cómo sabe usted eso?” Y el monje insociable, sucio y con apariencia de loco, le contesta: “Porque yo maté a un hombre y sé la maldición que ello conlleva”. Entonces él la ayuda a levantarse y serenamente le dice: “De todos modos, no te arrodilles delante mía. Arrodíllate sólo para orar ante Dios”. Con un gesto paternal Anatoly le limpia el resto de una lágrima sobre la cara y le anuncia sonriendo: “Tendrás un niño, un niño de oro”. A lo cual ella también sonríe por primera vez y en sus ojos reluce el alivio y la esperanza. De repente, harto ya de tanta charla, dado que ya le ha dicho todo cuanto tenía que decirle, Anatoly grita y asusta a la joven para que se vaya: “¡Y ahora sal de mi isla!”. La joven sale corriendo y se vuelve agradecida, pero él la asusta de nuevo, gritando tras de ella como un lunático, para se largue de una vez.
Y no queda ahí la cosa. "Ostrov" en su conjunto, de principio a fin, es un soplo metafísico que consterna el alma como si lo infundiera el mismísimo Espíritu de Dios.
Fej Delvahe