El título de este filme "Gabbeh" (cierto tipo de alfombra iraní hecha con la lana) hace referencia a una etnia de nómadas-pastores del sur de Irán, que entre otras costumbres particulares tienen la de tejer alfombras con motivos campestres, naturales e incluso historias de amor.

Aprovechando esta característica, el director Makhmalbaf filma un documental sobre estos nómadas, añadiéndole de paso un argumento central en torno a una de las citadas alfombras "gabbeh" donde hay pintado un caballo blanco con dos amantes encima que a solas emprenden un nuevo camino, independizándose y rompiendo costumbres, dando los primeros pasos para originar una familia y más cosas. De principio a fin, esta alfombra constituirá el argumento narrador de toda la historia.

Como es habitual en el cine iraní, la narración es tranquila, naturalista, exótica, de colores bellísimos. Destancando en "Gabbeh" escenas tan peculiares como la de los niños y niñas que reciben lecciones de un maestro dentro de una tienda-escuela y que tienen una cabra amarrada al lado, la cual usan para agitar el cencerro que lleva al cuello como señal indicativa de inicio y acabado del horario escolar. También son espléndidas las tomas del rostro de la muchacha linda, medio sonriendo cada vez que oye los aullidos de un pretendiente ajeno a su pueblo que la sigue a caballo y aulla de vez en cuando como indicativo de que está cerca y va a por ella. O así mismo, hermosísima la escena del río adornado a ambos lados por numerosas alfombras "gabbeh", puestas a secar.

En resumen, otra película procedente del cine asiático, digna de verse por sus imágenes bucólicas y su ritmo naturalista a base de mostrar una parte del mundo donde aún no han llegado los "listillos" para abrir un hotel con objeto que hasta allí lleguen los turistas y el país progrese con entrada de divisas, ni unos "listillo" que quieran abrir una fabrica de cualquier cosa "innecesaria" para crear equis puestos de trabajo y acabar con un precioso río y el rotro de parajes que nos hacen sentir que aún existe la vida que merece la pena contemplarse.

Fej Delvahe