«Una declaración de amor no es para ligar. Una declaración de amor es para declarar tu amor. A veces no te apetece ligar, ni seducir, ni jugar; a veces amas tanto a alguien que lo único que puedes hacer es declararle tu amor. ¿Nunca has sentido eso? Un sentimiento tan fuerte que no puedes evitarlo, que te obliga a declararte.»

Estas palabras que ella le dice a él, sentados los dos frente a frente en un bar, es la cima o casi la copa más alta de toda la película. Hermosa reflexión que cualquiera que haya declarado su amor a la persona por la que se sentía intensamente enamorado, comprede de una vez y capta con perfecta sintonía sentimental.

Este film de Fréderic Fonteyne tiene mucho atractivo, por encima de su monotonía. La historia empieza con aburrimiento, pero va a más, agarra el interés y nos conquista con su versión de como de la nada puede encausarse un gran amor entre dos desconocidos.

La aventura de amor entre esta mujer y este hombre se sale de lo convencional y por esto mismo tiene un alto grado de imantación y estética, de cuadro muy valioso.

Se trata de un amor utópico pero que la pareja que se ha atrevido a experimentarlo lo ha hecho realidad. Ahora bien, precisamente la utopía y maravilla del mismo está en lo poco convencional que es; en la libertad que se dan una parte a la otra para vivir sus vidas reservando un jueves (un "santo santorum") para su intensidad apasionada; en no permitir que la monotonía en que incurren todos los amantes cuando acuerdan pasar todos los días y noches, todo el tiempo juntos, llegue a asfixiar su enamoramiento. Son determinantes estas circunstancias para que un amor tome cuerpo de inolvidable y no degenere.

Película para ver algo del brillo que transmite una singular historia de amor, donde la aventura, lo extraordinario, el salirse de las formas habituales, el estilo diferente, la hace además de especial una experiencia para trascender, eternizar, atesorarse.

Fej Delvahe