La película que tenemos entre manos no oculta sus fuentes (la coetánea "La Profecía" y la trama de "Diez Negritos"), pero tiene ciertos elementos que la hacen tremendamente atractiva. Para empezar, su ambientación en la campiña inglesa y la mansión donde ocurre la mayor parte de la acción. En este aspecto puede recordar algunas producciones "Hammer", no por casualidad entre los guionistas encontramos a Jimmy Sangster, una de las cabezas visibles de la factoría. Curiosa la canción de Kiki Dee que suena en los créditos iniciales en un título realmente anacrónico y desconcertante (atención a la ¿conclusión?). Llama la atención el acusado homoerotismo del relato, enfocado en el actor Sam Elliott y la fijación de Richard Marquand por su cuerpo (incluída una memorable escena en la ducha). Un tipo de físico imponente y rasgos duros que no duda en adornar con comentarios hilarantes sus intervenciones. Para terminar de hacerla más bizarra, tenemos a Roger Daltrey, líder de "The Who" interpretándose a si mismo. De culto.