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España España · Barcelona
Voto de rober:
1
Drama Año 1971. Tres adolescentes embarazadas viven recluidas en un piso de Bilbao para ocultar al mundo lo que en esa época era una gran vergüenza. Son muy diferentes, pero tienen un problema común. Más de cuarenta años después, cuando la madre de Violeta está punto de morir le hace una terrible confesión: le dice que fue comprada a los pocos días de nacer, de modo que ella no es su verdadera madre. La conmoción que sufre Violeta es tal que ... [+]
30 de septiembre de 2014
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es una pena que un tema interesante, y que podría dar mucho juego, se trate de una manera tan burda y tramposa. Y es sorprendente que una actriz tan buena como Nora Navas, caracterizada aquí como una chica Almodóvar del siglo XXI, parezca tan patética. Supongo que la causa es la mala planificación y el desastroso guión. Los diálogos son sencillamente inverosímiles. El imaginario sentido del humor y la supuesta tensión sexual entre la protagonista y el policía dan más grima que otra cosa. Algunas situaciones provocan vergüenza ajena. Destaco como ejemplo de momento delirante la escena en que la protagonista se hace pasar por "agente del gobierno vasco" ante el empleado de una inmobiliaria. Alguien debería explicarle a la directora y al guionista que en este país existe una cosa que se llama Registro de la Propiedad, que es un archivo público... La conversación es de Tip y Coll.

Pero, como digo, lo que más molesta es la manera deliberadamente tramposa de enfocar una cuestión tan seria como la de los niños robados (o comprados, que quizá es peor). Puedo entender que se quiera criticar el inmovilismo que han mostrado las autoridades durante mucho tiempo a la hora de enfrentarse a este problema, pero ello no justifica que determinadas instituciones se muestren de una manera tan casposa. Vale que el funcionamiento de los juzgados deja mucho que desear, pero que yo sepa sí que hay al menos, desde hace décadas, un ordenador para recoger las declaraciones de testigos e imputados. Reflejar que las declaraciones se hacen con un señor encorbatado que da constancia manual (un escribano, diríamos, utilizando una terminología añeja) es renunciar a cualquier planteamiento realista de la historia. Me parece legítimo que se quiera mostrar a los jueces como una casta mafiosa (algo subjetivo y opinable), pero el tono del film llega al exceso y a la extravagancia. Seguro que todos los jueces de instrucción de este país desearían tener el despacho que aparece en la película. Y eso por no hablar de las escenas ambientadas en 1971. La monja de marras encarna todos los tópicos de papanatismo y beatería tantas veces vistos en cualquier película ambientada en el franquismo, con autoflagelación y todo...

En suma, una historia con múltiples aristas se trata de un modo zafio y maniqueo. El tono es supuestamente desdramatizador y modernillo, pero ello termina siendo un disfraz para tapar la falta de ideas para abordar un tema que decididamente le viene grande a quienes han hecho esta película.
rober
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