Una peliculita que puede gustar si la miras con indulgencia. El personaje del vigilante tiene muy poca gracia y más bien asquea. Es imposible de tragar que un restaurador trabaje con la misma delicadeza con la que yo retiro el papel de empapelar la pared de la casa de mi abuela. Y da vergüenza ajena que alguien nos presente colar un dibujo colorista de estética manga como un cuadro de hace siglos…

Aparte de estos “detalles”, se agradece el tratamiento de la historia puramente de terror, condensando el relato en apenas 10 minutos, y con una Maribel Verdú tan brillante como en cualquiera de sus largos. Habría directores que habrían hecho de esto una plomiza obra de dos horas, llena de sustos baratos en la penumbra de un museo cerrado al público (cuidadín, cuidadín). Así que quedémonos con lo que nos ha entretenido en este ratito, y a otra cosa, mariposa.