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España España · Barcelona
Voto de reporter:
2
Terror. Thriller Una joven de 19 años (Odette Yustman) sufre los ataques de un "dybbuk", un alma en pena de una persona muerta que ha sido expulsada del Cielo. Este dybbuk en particular tendrá la forma de un joven que falleció en el campo de concentración de Auschwitz. Junto a su novio (Cam Gigandet) y un especialista en temas paranormales (Gary Oldman), se unirá para acabar con la maldición que tan malos momentos trae a la joven. (FILMAFFINITY)
14 de enero de 2009
46 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otra película que confunde el miedo con el susto, y van... Son tantas que uno ya no sabe cómo expresar su enfado. Cojamos el ejemplo de ‘Los extraños’. Una película que caía descaradamente en la misma trampa pero que por lo menos al principio se molestaba en crear un ambiente desconcertante, lo cual ayudaba a que tragáramos la broma durante un buen rato. Ya es algo. ‘La semilla del mal’ no tiene ni eso. Pero para ser justos hay que descubrirse ante la sinceridad del director, ya que desde los primeros compases deja clarísimas sus intenciones. En efecto, la primera escena nos dice que ésta va a ser una película en la que la intensidad de los decibelios va a aumentar periódicamente mientras la guapísima Odette Yustman luce sus ajustados modelitos. Nada más.

Por si fuera poco, David S. Goyer (guionista de las dos entregas del Batman de Christopher Nolan) ni se molesta en ser mínimamente creativo a la hora de endosarnos los supuestos sobresaltos. El espejo, el armario oscuro, la loca desquiciada que está de espaldas, el niño repelente tenebroso... un itinerario por todos los lugares comunes del cine de terror de los últimos años, en el que podemos anticipar con precisión de cirujano el momento exacto del chillido/aullido/berrido de turno. Simplemente desesperante. De modo que ahí va un buen consejo: al mal tiempo buena cara. Tomémonos la película como lo que es, un auténtico bodrio. De este modo nos libraremos de las ataduras del espectador cabreado y podremos apreciar las ricas sutilezas de esta obra.

Racionalizando, estamos ante un frenético cruce de géneros cinematográficos. El primero de ellos es el erótico. Cual macho alfa en celo, Goyer ve en cada situación la excusa perfecta para hacer practicar a su joven diva incontables posturitas insinuantes delante de la cámara, para mayor deleite del tierno público que justo debe empezar a aprender cómo funciona su miembro viril. Del género erótico bebe también el director para introducir sus supuestas escenas terroríficas. Véase el clásico corte de “Hola, soy el lampista.” “Adelante, pase a mi habitación, mi amiga y yo estamos desnudas!”. En nuestro caso la cosa va así: “Practicaremos el exorcismo en la cálida y acogedora sinagoga, verdad?” “No hija mía, vayamos mejor al tétrico hospital psiquiátrico abandonado”. Ya lo ven, diferente contenido; misma forma.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
reporter
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