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España España · Barcelona
Voto de reporter:
1
Comedia Suecia. Para los Andersson es una tradición familiar pasar las vacaciones de verano en una caravana no muy lejos de su casa. Al padre, Rudolph, un asesor fiscal muy trabajador, le satisface esta tradición (barata y simple), pero sabe muy bien que su esposa y sus tres hijos no la soportan. Cuando su jefe le propone asistir a un congreso en Grecia, en verano, acompañado de los suyos y con todos los gastos pagados, la familia recibe ... [+]
29 de julio de 2014
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo decía la presentación española de aquel mítico programa en el que un por aquel entonces desconocido Takeshi Kitano se partía el ojete, junto a sus maltratados esbirros, a costa de de los huesos crujidos y las articulaciones desgarradas de buena parte de la población japonesa: A los africanos les gustaba el humor negro; a los guardiaciviles les iba el verde... a los asiáticos, ni falta hace recordarlo, les tiraba más el humor amarillo. Elemental. La lista se podría alargar hasta el infinito y más allá, porque por mucho que a la globalización le cueste admitirlo, todavía le queda mucho trabajo por hacer. En otras palabras, y a pesar de los pocos gags universales (el tropiezo, el pedo y pocos más), la amplísima mayoría de chistes tienen un efecto limitado al de las fronteras que los han visto nacer. O sea, los franceses (sobre todo los franceses) siguen teniendo su propio humor, y los británicos, y los islandeses, y los españoles, por supuesto. Lo de los suecos, por lo que se va a ver, obedece a la norma general de divergencia, pero desde un nivel mucho más extraño, inclasificable, incomprensible... ¿sueco?

Una prueba de ello la encontramos en una de las últimas ediciones de los Premios Guldbagge, que para entendernos, son su equivalente a los prestigiosísimos Goya. A diferencia de los nuestros, ahí la voz no está monopolizada por los académicos (que sin lugar a dudas saben mucho más de cine que el resto de mortales), sino que está compartida por el Gran Público, que no sabe tanto, pero al fin y al cabo es el que pasa por taquilla (¿verdad?) y ya sólo por esto debe respetársele. En éstas que el año pasado, los organizadores de los Guldbagge preguntaron a los suecos y suecas qué película de aquella temporada había sido su favorita. Los encuestados, en su infinita sabiduría, se decidieron, por el siempre incuestionable recuento de mayorías, por el por aquel entonces último trabajo de Hannes Holm, adaptación de un libro de Anders Jacobsson, sobre las trifulcas vividas en el extranjero por parte de una familia, sueca, sueca, durante unas vacaciones de verano.

Está claro que en esta gran (por el tamaño, no por otra cosa) ecuación, el factor ''humor'' juega un papel fundamental. Para ser más exactos, es la incógnita principal, con lo que, ay madre, se desconoce su valor final. Para entendernos, 'Los Andersson en Grecia' se presenta como la comedia que supuestamente es. Lo que pretende es hacer reír al respetable, y lo que hizo éste último (el sueco, entiéndase) fue entregarle el Premio del Público a la Mejor Película. Volvemos a la pregunta del millón. ¿El humor de la propuesta fue realmente captado, o se trató de un -colosal- caso de cachondeo socarrón colectivo? Recuerden el programa aquel de 'Slumdog Millionaire', en el que el comodín del público podía dar como ganadora absoluta la respuesta más absurda (a la pregunta más absurda, cabe añadir), sólo ''por ver si colaba'' y, en caso afirmativo, ''echarse unas buenas risas''. Como cuando se preguntó ''¿Qué es Paz Padilla?'' y salió, por más de un 95%, la opción de ''Un morlock.'' (Risas por lo bajini). Somos unos miserables, sí.

Entonces, mis queridos y queridas suec@s, ''¿Qué película de toda nuestra producción les ha gustado más en lo que va de año?'' ''¡La C! ¡La C! La de los patanes en el país arruinado aquel, ¡'Los Andersson en Grecia'! ¡Ya verás, ya!'' Es un escenario más que plausible... más que nada porque es el único que obedece a una explicación mínimamente racional (dentro de la nebulosa de irracionalidad que suele guiar la mayoría de nuestras decisiones). No olvidar: somos unos miserables (españoles, franceses, islandeses y sí, suecos también), mucho más a la hora de votar amparados por el anonimato, fíjense sino en las nuevas Maravilla del Mundo, en los jugadores que van al All-Star Game de la NBA, o directamente en la práctica totalidad de políticos que se inflan a nuestra costa. La filosofía de vida es, por supuesto, pésima, porque ni todas las risas del mundo compensan el verse en la -puta- calle y comprobar cómo el payaso aquel que debería haber hecho algo al respecto, es el que ahora se ríe, a carcajada limpia, de nosotros. En - fin...

... volviendo a la cruda realidad, las risas se apagaron de sopetón cuando el proyector se encendió y aquella comedia con la corona del Premio del Público empezó a rodar. En aquel pase de prensa de Barcelona éramos, por cierto, cuatro. No ''cuatro gatos'', sino cuatro en su literalidad más hiriente. En defensa de un sector que a cada día que pasa la merece menos, decir que aquella era la segunda proyección para la crítica especializada, que en la primera la asistencia había sido un pelín mayor, y que alguno de los supervivientes de aquel suceso se había tomado la molestia de esperarnos a nosotros, los ''cuatro gatos'', para advertirnos de que aquello que estábamos a punto de presenciar no era una película, sino una invitación al matadero: ''Os lo digo, ¡no entréis! ¡La vimos la semana pasa y no vale nada! ¡Nada! ¡Es humor sueco! ¡Humor sueco!'' Y como sucedió muchas veces antes en la historia de la humanidad (y seguro volverá a suceder), los cuatro nos reímos (porque la escena del profeta predicando en el desierto era ciertamente para mearse), hasta que la sonrisa se transformó en atisbo de desconcierto, para poco después mutar en mueca de puro terror.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
reporter
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