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España España · Barcelona
Voto de reporter:
7
Comedia Jake llega a la Universidad de Texas en su deportivo, con las ventanillas bajadas y la música a todo volumen. Quedan sólo unos días para que arranque el curso, pero piensa aprovecharlos conociendo chicas, yendo a fiestas y haciendo amigos. Secuela espiritual de Dazed and Confused, ambientada en los años 80. Los protagonistas, un grupo de jugadores de béisbol a punto de ingresar en la Universidad, son conscientes de que las obligaciones ... [+]
3 de julio de 2016
12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Por un -brevísimo- instante estuviste muy a punto de sentirte mal, pero por suerte, tan rápido como te vino ese arrebato de mala conciencia, igualmente rápido se fue. El choque de sensaciones en el que te hallabas no era para menos, y como al fin y al cabo no eres impermeable, te viste casi obligado a sentirte mal. Ni que fuera sólo un poco. El caso es que todo el mundo a tu alrededor se estaba ahogando en un mar de lágrimas; estaban que no podían respirar de la angustia. Tus padres, tus tíos, tu abuelo, tu hermana pequeña, tus colegas de toda la vida... y tú, mientras, que no cabías en tu cuerpo de tanta alegría, de la ilusión, de la excitación... de las ganas de comerte el mundo. De modo que pusiste rumbo a la universidad y pisaste a fondo el pedal del gas. Atrás, ya pequeño en el retrovisor, quedó aquel viejo y algo destartalado edificio (el instituto, vaya), convertido en poco más que un punto borroso. En el horizonte frontal aparecía el próspero y fértil verde de los terrenos de juego, que se mezclaba con los anhelos cárnicos de los cotos de caza. Los campos (de baseball) en el campus (universitario, se entiende).
Pasada la pubertad, era el momento de la edad ''adulta''. Atrás la década de los 70, delante la de los 80. Los frenos del coche no funcionaban, pero a ti esto no te importaba; ni quisiste darte cuenta. Ellos estaban tristes porque te ibas, y tú estabas exultante por esto mismo. Sonaba a todo trapo el ''My Sharona'' de The Knack... y no, no podías estar más on fire. Estabas tan pletórico que en realidad no importa demasiado si las sensaciones, recuerdos y otros detalles sobre los que se construye este cuento son ciertos o no; si llegaron a existir o si, por el contrario, no fueron más que una alocada ensoñación. De esto se trataba entonces, de fantasear; de fantasmear. Lo que venía a ser librarse al exceso. Con 'Todos queremos algo' se puede decir sin miedo a equivocarse que Richard Linklater vuelve a la escena del crimen, 23 años después en la vida real, y sólo 4 en la no-tan-real. El autor tejano llega a la cita tan confiado (no en vano, el remate de la trilogía ''Antes de...'' y la colosal 'Boyhood' le han puesto por fin, al menos entre la crítica cinematográfica, en el lugar que tanto se merece), que le sobra confianza y autoridad (faltaría más) para declarar que ha rodado la ''secuela espiritual'' de 'Movida del 76'. Y sí. Es exactamente así.

El título original de aquella cinta de culto era, por cierto, 'Dazed and Confused', ilustrativa alusión tanto al aturdimiento como a la confusión que impregnaban buena parte de aquel relato sobre los ritos iniciáticos socio-tribales que marcan el tempo en esa etapa en la que el sistema hormonal empieza a tomar el control del cuerpo. En lo que aquel título ocultaba mejor las cartas era en lo que nuestra traducción sí destapaba, esto es, el -divertidísimo- desmadre que implicaba el tener a tanto joven suelto por la calle. Lo mejor es que en el espacio dejado entre una versión y la otra, aparecía ese otro vacío (generacional, existencial) gracias al cual el espectador hasta podía llegar a adaptar el producto al estado de ánimo (incluso espiritual) con el que llegaba al último fotograma. Saber poner el punto final (?) a la historia (uno de los mejores dones de los que siempre ha hecho gala Linklater) se tradujo en una mezcla prácticamente perfecta entre lo estimulante y lo amargo presente en cada uno de esos grandes saltos en los que la imposibilidad de volver atrás iba de la mano del desconocimiento absoluto sobre lo que aguardaba al otro lado.

Así, lo que a priori tenía todos los números para ser ''otra-estúpida-comedia-sobre-y-para-mandriles'', se convirtió, por puro genio, en acertadísima radiografía vital marcada por la angustiosa amenaza de verse fuera del clan. En 'Todos queremos algo' parece que estemos en las antípodas de este miedo del paria. Adiós a los ''slackers''... o no. Los protagonistas de esta función forman el núcleo duro del equipo de baseball de la universidad (de la que sea). Sus integrantes son en su amplia mayoría (y en espera de una riqueza financiera que a lo mejor está por llegar) la versión simpática del carisma ''cristianoronaldista''. Son jóvenes, guapos, buenos jugadores... pero es que además, caen bien. Normal que organicen las fiestas más apetecibles de toda la ciudad; normal que no se pierdan ni una. Normal que Linklater se apunte a todas ellas. La excusa está servida y la cuenta atrás (el puñado de días previos a empezar a rendir cuentas al curso académico) está activada. La base es ésta, y parece que todo lo demás avance por simple e insultante inercia. Casi como quien no quiere la cosa; como si los logros conquistados estuvieran al alcance de cualquiera... solo que, como nos ha enseñado la experiencia, no. Será por esa maldita obsesión en dejarse cegar por el highlight; por no saber interpretar el silencio entre notas.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
reporter
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