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Voto de Dave Sancho:
6
2017
Documental, Intervenciones de: William Friedkin, Gabriele Amorth, Robert Barron, William Peter Blatty
4,5
399
Documental
William Friedkin, director de "El exorcista", sigue a un anciano sacerdote de 91 años a un pequeño pueblo italiano donde practica exorcismos reales a una mujer.
23 de julio de 2018
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este breve y controvertido documental es la última película del aclamado director norteamericano William Friedkin. Desde que vi el magnífico póster y el intrigante tráiler he estado esperando poder acercarme a esta modesta producción del que es uno de los cineastas más olvidados y talentosos de lo que vino a denominarse el Nuevo Hollywood. Como persona escéptica y digamos "agnóstica" (aunque no es una palabra con la que me identifico es lo que más se acerca), mí curiosidad por el tratamiento dado por Friedkin hacia un tema tan espinoso era grande. La posesión demoníaca y los ritos empleados para combatirla, han sido desde hace décadas un tema recurrente en el cine de terror, y desde siempre ha suscitado suspicacias tanto dentro como fuera de la Iglesia.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
spoiler:
El documental comienza con Friedkin rememorando su ya mítica y definitoria película "El exorcista" y recorriendo algunas de las famosas localizaciones de la misma. También se recogen antiguas declaraciones de William Peter Blatty, el autor de la novela, sobre el caso real que inspiró ambas obras. Si bien esta parte sirve de introducción al tema, resulta bastante gratuita y no aporta demasiada información relevante. Parece más bien un púlpito diseñado por el propio Friedkin para recordar viejos y buenos tiempos en los que la vigencia de su cine y su figura como autor eran imponentes.
De inmediato se nos presenta al padre Gabriele Amorth, el aparente protagonista del documental, y enseguida comenzamos a recibir información sobre el supuesto exorcismo que vamos a presenciar, nada más y nada menos que el noveno que sufrirá la desdichada Cristina. Desde un primer momento es evidente que la posición de Friedkin respecto al tema es clara y no hace demasiados esfuerzos en ocultarla (como veremos al final). Como espectador mis reacciones ante los escasos 20 minutos que dura el rito son variadas. Friedkin hace un gran esfuerzo en otorgar veracidad a la escena, pero uno no deja de mirarla con el asombro que produce presenciar semejante secuencia en un documental. Mientras dura la pantomima, la sensación de que al bueno de Friedkin le mueve el morbo más que la verdad sobrevuela mi mente. Y con verdad no me refiero a LA VERDAD, si no a las respuestas que el cineasta desea encontrar.
Aunque la cinta hace un gran esfuerzo en crear una atmósfera malsana con la estridente música incidental presente durante gran parte del metraje, en mi opinión resulta forzado y fuera de contexto. Después de la polémica escena me encuentro con la parte más interesante del filme. Una serie de breves entrevistas a diversos profesionales de la medicina y la psiquiatría arrojan algo de luz sobre la naturaleza del caso y sobre la racionalización que el mundo científico ha hecho del fenómeno de las posesiones. Gran parte de las declaraciones más interesantes respecto a la espiritualidad del fenómeno y los exorcismos las hace el obispo auxiliar de Los Angeles Robert Barron.
Por no extenderme demasiado quiero concluir que pese a los esfuerzos aparentes por resultar imparcial, Friedkin desde un inicio toma partido por una de las partes, que no es otra que el padre Amorth. Sin embargo, creo que el documental falla a la hora de profundizar en las causas contextuales que propician este tipo de creencias y no resulta en definitiva demasiado valiente en su intento de esclarecer el engaño de la posesión demoníaca como enfermedad del espíritu. Hubiese deseado algo más de información respecto a la trayectoria del padre Amorth, el papel de los exorcistas en la iglesia católica y su controvertida existencia en la moderna Italia. La confesión final de Friedkin sobre el episodio vivido en la iglesia termina por redondear el "relato" del documental. Resulta decepcionante que un cineasta de la trayectoria y del talento del norteamericano acepte terminar su película con una declaración de tan ínfima validez. Mi postrera conclusión es que pese a la indiscutible atracción de la historia, Friedkin tiene más interés en confirmar sus creencias que en articular un relato racional sobre lo ocurrido. Lo cuál es una lástima.
Espero que mi evidente escepticismo no resulte ofensivo para las personas creyentes. Me he acercado a este documental con la mente abierta y los menos prejuicios. Es tarea de cada uno juzgar si lo que aquí se muestra posee algún tipo de verosimilitud. En mi caso, la justa y necesaria para mantener mi atención durante los 68 minutos que dura la película.
De inmediato se nos presenta al padre Gabriele Amorth, el aparente protagonista del documental, y enseguida comenzamos a recibir información sobre el supuesto exorcismo que vamos a presenciar, nada más y nada menos que el noveno que sufrirá la desdichada Cristina. Desde un primer momento es evidente que la posición de Friedkin respecto al tema es clara y no hace demasiados esfuerzos en ocultarla (como veremos al final). Como espectador mis reacciones ante los escasos 20 minutos que dura el rito son variadas. Friedkin hace un gran esfuerzo en otorgar veracidad a la escena, pero uno no deja de mirarla con el asombro que produce presenciar semejante secuencia en un documental. Mientras dura la pantomima, la sensación de que al bueno de Friedkin le mueve el morbo más que la verdad sobrevuela mi mente. Y con verdad no me refiero a LA VERDAD, si no a las respuestas que el cineasta desea encontrar.
Aunque la cinta hace un gran esfuerzo en crear una atmósfera malsana con la estridente música incidental presente durante gran parte del metraje, en mi opinión resulta forzado y fuera de contexto. Después de la polémica escena me encuentro con la parte más interesante del filme. Una serie de breves entrevistas a diversos profesionales de la medicina y la psiquiatría arrojan algo de luz sobre la naturaleza del caso y sobre la racionalización que el mundo científico ha hecho del fenómeno de las posesiones. Gran parte de las declaraciones más interesantes respecto a la espiritualidad del fenómeno y los exorcismos las hace el obispo auxiliar de Los Angeles Robert Barron.
Por no extenderme demasiado quiero concluir que pese a los esfuerzos aparentes por resultar imparcial, Friedkin desde un inicio toma partido por una de las partes, que no es otra que el padre Amorth. Sin embargo, creo que el documental falla a la hora de profundizar en las causas contextuales que propician este tipo de creencias y no resulta en definitiva demasiado valiente en su intento de esclarecer el engaño de la posesión demoníaca como enfermedad del espíritu. Hubiese deseado algo más de información respecto a la trayectoria del padre Amorth, el papel de los exorcistas en la iglesia católica y su controvertida existencia en la moderna Italia. La confesión final de Friedkin sobre el episodio vivido en la iglesia termina por redondear el "relato" del documental. Resulta decepcionante que un cineasta de la trayectoria y del talento del norteamericano acepte terminar su película con una declaración de tan ínfima validez. Mi postrera conclusión es que pese a la indiscutible atracción de la historia, Friedkin tiene más interés en confirmar sus creencias que en articular un relato racional sobre lo ocurrido. Lo cuál es una lástima.
Espero que mi evidente escepticismo no resulte ofensivo para las personas creyentes. Me he acercado a este documental con la mente abierta y los menos prejuicios. Es tarea de cada uno juzgar si lo que aquí se muestra posee algún tipo de verosimilitud. En mi caso, la justa y necesaria para mantener mi atención durante los 68 minutos que dura la película.