Solo los fans de Jean Harlow y, en general, de los fenómenos propios del estrellato de los años treinta, pueden encontrar alicientes en este insulso, previsible y, afortunadamente, breve melodrama de mujeres abocadas a ganarse la vida en un mundo de hombres que son como lobos con las indefensas féminas. Aunque los planteamientos con que juega hubieran podido ser válidos si se hubieran tomado en serio y se hubiera intentado captar alguna clave de ese duro destino de supervivencia a costa de la propia dignidad del que se lamentan las protagonistas, aquí no hay más que un deseo de lucir el sexy de Harlow y de aturdir al espectador con impactos súbitos y gratuitos, que acaban falsificando por completo el problema de partida, estrategia habitual en el viejo Hollywood y en el cine comercial en general. De las tres mujeres supuestamente sabias que anuncia el título original, es el personaje más terrenal, el de la rellenita Marie Prevost, el que acaba siendo más creíble y el que más aporta.