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Voto de Martes Carnaval:
6
Drama Bosnia-Herzegovina, 1991. Los comunistas han perdido el poder y Divko Buntic vuelve a su pueblo a reclamar la casa familiar. Tras veinte años de exilio en Alemania, regresa, en su ostentoso Mercedes, con una novia jovencita, con Bonny, el gato negro de la suerte, y con los bolsillos llenos de marcos alemanes. Utiliza su dinero y sus relaciones para desahuciar a la fuerza a su esposa Lucija, de la que está separado, pero hace lo posible ... [+]
15 de julio de 2011
32 de 33 usuarios han encontrado esta crítica útil
Donde estuvo el sobrecogedor campo de concentración de Auschwitz se recoge en una placa la frase de un filósofo español (Jorge Santayana): "El que olvida su historia está condenado a repetirla".

Hay que agradecer al director de esta película, Danis Tanovic, y al autor del libro en que está basada, Ivica Djikic, el recordatorio de la guerra de los Balcanes, con la estela de brutalidad y terror que trajo consigo la eufemísticamente llamada "limpieza étnica", que más exactamente debió haberse llamado "aniquilación étnica".

El alegato de la película contra la guerra huye de la grandilocuencia para hacernos ver cómo pueden cambiar las cosas sin que una mayoría sea consciente de que se está precipitando al abismo. Unamuno tuvo el acierto de acuñar el concepto de "la intrahistoria": sobre una humanidad silenciosa se encaraman los que meten bulla —por decirlo con sus propias palabras—, que son los que se acaban apropiando de la Historia. Por debajo de los grandes acontecimientos —venturosos o trágicos— late la vida cotidiana, la de aquellos que no tienen el foco de los medios de comunicación y cuyas actuaciones no serán recogidas en los libros de texto, pero que al final determinan lo que acaba ocurriendo.

Se nos muestra la rutina diaria de una sociedad que pronto va a verse bruscamente sacudida por una cruenta contienda. Así, cuando Martin se enemista con el que había sido su gran amigo, los bandos enfrentados habían sustituido ya a los grupos nacionalistas diferenciados que habían podido convivir. Así, cuando su madre, Lucija, arroja el agua que empezaba a hervir en su olla a los policías que se habían presentado en su casa para desahuciarla, ya había empezado a hervir en la gran olla de la Historia la monstruosa guerra civil.

Tanovic ha entendido muy bien la mecánica de la guerra: "Si prescindes de sus motivos abstractos —ideología, religión…— y haces un análisis en profundidad, te encuentras con los verdaderos motivos, los motivos eternos: la envidia, la avaricia, el miedo…". A los que habría que añadir la venganza. Venganza que solo es dulce para aquéllos a los que el rencor les ha destrozado el gusto. Un sentimiento tan negativo no engendrará nunca sentimientos positivos.

Efectivamente, el protagonista, Divko Buntic —personaje ambivalente interpretado por un inspirado Miki Manojlovic, que sabe hacérnoslo rechazar y apreciar cuando así lo requiere el guión— ha sido obligado a exiliarse. Cuando cambian las tornas y puede regresar a su tierra trae una fijación que le ha reconcomido durante veinte años: su particular "ajuste de cuentas" familiar por agravios pasados —que acabarán demostrándose infundados—. Ésa es la gran lección de la película: lo que a muy pequeña escala parecía que era irreconciliable acaba muy reconciliado, mientras que a una escala mucho mayor prevalece la incompatibilidad que conducirá a la guerra por haberse descartado una conciliación, que siempre y en cualquier lugar debiera preferirse a la confrontación.
Martes Carnaval
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