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Voto de Enrique Castaños:
8
Drama
Anna (Hertha Thiele) es una joven campesina que de repente descubre que tiene el poder de sanar a los enfermos. Poco después, su casa rural se convierte en un santuario para cada persona lisiada en el condado para disgusto de Anna, porque se niega a creer que ella posee algún don y sólo quiere que la gente la deje en paz. Anna finalmente va a vivir con Elisabeth (Dorothea Wieck), una inválida rica y solitaria a la que sana. Al no poder ... [+]
21 de enero de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El filme se centra casi exclusivamente en la relación entre ambas mujeres, propiciada por Elisabeth, que ha encontrado en Anna un reconfortante espiritual, después de tanta amargura y soledad. A diferencia de «Mädchen in Uniform» (Leontine Sagan, 1931), en donde la adolescente Manuela (Hertha Thiele) siente un amor inocente pero muy intenso por su profesora de internado, Elisabeth von Bernburg (Dorothea Wieck), aquí hay una resistencia por parte de la joven campesina. Una vez más, la clave del filme está en la interpretación de Dorothea Wieck, pues es su personalidad extraña, enigmática y misteriosa, la que cubre con un manto inefable toda la película. En esta es a un tiempo una mujer enérgica y dulce, áspera y plena de delicados sentimientos interiores. Su profunda religiosidad, colindante con una actitud mística e irracional, se relaciona con la peculiar manera de actuar de esta actriz excepcional, en la que el más mínimo gesto de sus facciones, aunque no las mueva apenas, está lleno de sentido. Sus finos labios, sus ojos acuosos, su anómala belleza germánica, la convierten en una Monna Lisa de la pantalla, en el sentido en el que el crítico inglés Walter Pater se refería a la dama submarina del Louvre en noviembre de 1869. Hertha Thiele también hace una magnífica interpretación, pues otra vez pareciera como si la presencia conjunta de ambas actrices las alentase mutuamente a mejorarse: tal es su indescifrable complementariedad, posiblemente el caso más hondo del cine europeo. Aunque es muy posible que lleve razón Lotte Henriette Eisner («La pantalla demoniaca», cap. XX) al afirmar que Wysbar, a pesar de haber «intentado reproducir a su vez la calidad de emoción» de «Mädchen in Uniform», no lo haya conseguido. En efecto, si comparamos la empatía entre ambas actrices de una y otra película, la conseguida en la de Leontine Sagan supera a la de Wysbar. Con todo hay una corriente subterránea que fluye sin cesar entre ambas mujeres, incluso a pesar del realizador.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Esta poco difundida película del realizador alemán Frank Wysbar (1899 – 1967), notablemente dirigida, con una adecuada puesta en escena, unos escasos pero espléndidos exteriores rodados en el lago de Garda y una estimable fotografía de Franz Weihmayr, es un drama de contenido religioso cuyo núcleo lo constituye el obsesivo, casi irracional, interés de una rica y solitaria aristócrata, Elisabeth von Salis (papel que interpreta la actriz suiza Dorothea Wieck), incluso después de haber sido curada de la inmovilidad de sus piernas, por una joven campesina, Anna (papel que interpreta la actriz alemana Hertha Thiele), de quien está convencida que posee dones especiales para sanar enfermedades incurables, a pesar de que un amigo de Elisabeth, llamado Mathias Testa (el actor Mathias Wiemann), muere de una afección pulmonar, delante de ambas mujeres. Ante las súplicas de Elisabeth, Anna ha rezado fervientemente junto al enfermo, aunque sin resultado alguno. De hecho, Anna, así como su novio Martin (el actor Carl Balhaus), no cree en su poder curativo milagroso, como tampoco los sacerdotes católicos del lugar, que amonestan a los feligreses en este sentido. Pero desde que Elisabeth, después de oír que Anna, supuestamente, ha curado a su hermanito muy enfermo, la hizo llegar ante ella, recuperando casi de inmediato la movilidad de sus paralizadas piernas, no sólo no quiere separarse de ella, sino que desea fervientemente que aproveche sus dones en beneficio de los demás. La propia Anna iba a marcharse de la casa de Elisabeth, cuando ésta, en un arrebato para que no se fuera, se pone de pie, junto al piano contra el que ha chocado su silla de ruedas, y camina ante su asombro y la estupefacción aún mayor de Anna. Pero cuando Elisabeth no puede convencer a la muchacha que se entregue a aquella tarea, desesperada y enloquecida, a pesar de sus creencias, se arroja por un alto acantilado. Aún vive cuando es rescatada, pudiendo decirle con una calma majestuosa a su adorada joven campesina que ha recuperado su felicidad. Después de estas últimas palabras, muere cerrando los ojos ante la entristecida joven, que había presentido extrañamente el fatal desenlace.
Enrique Castaños, enero 2015
Enrique Castaños, enero 2015