Tras la emisión y el éxito de SIN TETAS NO HAY PARAISO, los jóvenes actores españoles, consideraron que el susurro con el que seducía Miguel A. Silvestre en la serie, era el mejor reclamo para lograr idénticas cuotas de popularidad. Lo que en M.A. Silvestre se originaba de manera natural, en el resto de actores de su generación sonaba falso, e incluso dificultaba seguir los diálogos.

En esta película extraña y poco valorada, la química de la que tanto se habla entre los dos actores principales, se produce por las maneras de su protagonista masculino. Miguel A. Silvestre, al acariciar con la mirada y la voz; dotado de esa cualidad que tanto valoran los actores: Traspasar la barrera.

Es una obra menor, con un actor cuyo papel parece diseñado para su lucimiento.

Igual que existen actores de comedia, galanes, grandes secundarios... Miguel A. Silvestre ha nacido para acariciar, seducir y besar. No necesita hacer nada más, porque eso solo le basta y le sobra para llenar una pantalla.

La película es una nadería, cuando intenta otra cosa; la trama es tan poco enrevesada que descubre sus cartas muy pronto, y sobre todo nos muestra su final sin conocerlo... Con un desenlace demasiado previsible, su último giro lo hemos visto tanto, que ya no es tal. Pero a mi, lo que de verdad me llegó es lo menos trascendente y a la vez lo que ofrece un mayor atractivo.

Un 6