Se podría hablar más del guión, explicado con amplitud en Film affinity, porque está compuesto de una trama en torno al abuelo Renato pero alrededor de ella hay una serie de subtramas que no acaban de desarrollarse, en especial cuatro: Su hijo y la relación con la hija de su padrino, la enfermedad de su otra hija, las infidelidades de su tercera hija y el mundo de la nieta que parece no entender nada.
La fotografía y los paisajes son extraordinarios, quizá barrocos y exagerados en ocasiones porque Wiedemann es básicamente un fotógrafo.
La película es digna, honesta y bienintencionada pero es difícil empatizar con la mayoría de los personajes, es difícil sumergirse en la trama; en momentos de emoción se corta abruptamente y se pasa a otro tema, quizá el guión es un tanto errático, con momentos muy interesantes y otros prescindibles, que no tienen explicación dentro de la mencionada trama.
No es un drama pero tampoco una comedia, tiene algo de teatral, los actores son buenos aunque alguno de ellos sobreactúa como si de una telenovela se tratase. Lo mejor de todo en mi opinión es la química en la relación anciano- nieta, sin duda porque esa relación tiene algo de autobiográfico, de algo ya vivido por el director.
Fantástico el abuelo (Gonzalo Camacho) y también su nieta. La película a pesar de todos sus defectos, que no son pocos, destila honradez y ternura.