Los seres más despreciables de la tierra son los protagonistas de esta broma de mal gusto que levanta el estómago a todo quien ose tragarse semejante ordinariez.

Yo, particularmente, no veo la chispa a esos primeros planos de tan abominables criaturas por mucho que no desentonen a la hora de cantar sus coplillas. Sinceramente; no me hace gracia ver de cerca esas asquerosas patas espinosas, esas antenas kilométricas, ni mucho menos ese repugnante abdomen de tan muy mal gusto para la vista. Mientras todos ríen la gracia, yo contengo las arcadas. Para que me entendáis, decir que esto no es más que humor sin mayores pretensiones, sería comparable a ver una peli en la que cuando alguien abriera el grifo de la ducha, saliera de la alcachofa un chorro calentito de heces diarreicas sobre la cabeza del bañista. ¿No tiene gracia verdad? Por mucho que el afectado soltara un chiste embadurnado por mierda. Pues esto lo mismo. Una cosa es el humor, y otra muy distinta usar lo nauseabundo para arrancar carcajadas.
Incluso me atrevería a decir, que en la habitación, tal y como pinta, más de una de estas criaturas se pasearon sin tarjeta de invitación.

Por otro lado, el apartamento del puerco este me provoca depresión. La cantidad de ácaros que habría en el decorado bajo esos dos dedos de mierda debía ser descomunal. Ni por todo el oro del mundo me hubiese prestado a esta orteridad de ser actor.

Aparte de todo, centrándome ya a lo que a la película como tal se refiere, decir que es un aburrimiento total que no aporta nada.

Proyecto fallido que en vez de reír con él, de lo que dan ganas es de regurgitar
sobre John Payson, Jerry O'Connell y sobre la madre que parió a cada uno de ellos dos. Qué fatigazo, cojones.