Cuando parecía que todos los grandes del terror estaban ya creados, tales como la momia, Drácula, Frankenstein o el hombre lobo, Wes Craven en el 84 pegó uno de los pelotazos más inesperados de la historia del terror con su maniaco Freddy incluyendo a éste en el selecto grupo de personajes terroríficos por excelencia.

Y una sorpresa tan enorme como fue "Pesadilla en Elm Street" no podía quedar en una sola entrega. Había que sacarle partido a la careta y el gorro de Kruegger y se llegó a filmar hasta seis partes. De las cinco secuelas sólo la tercera contaba con la participación del propio Wes; y eso se notó en la calidad del trabajo.
Muchos años después aún se tiene en cuenta al perturbado. Incluso en el 2003 volvió a coprotagonizar otra cinta llamada "Freddy contra Jason".

Pero volviendo de nuevo a los años de máximo esplendor del personaje, se puso toda la carne en el asador con una serie para televisión a lo "cuentos asombrosos" con Freddy como mayor reclamo publicitario; "Las pesadillas de Freddy".
Invertir en ella era pasta segura. Qué más daba si las historietas eran absurdas, tontas y de mínima calidad. El amigo Kruegger hacía las veces de "Hitchcock" presentando cada capítulo como lo haciera el director británico en sus cortos. Y para no cabrear al respetable, se enfundaba la garra para hacer una breve aparición en cada capítulo.

Guionistas contratados por Adecco; a siete euros la hora (con pagas y vacaciones ya incluido). No se necesita experiencia, ya que por muy malo que sea el capítulo, la gente lo verá.

Único valor que tuvo la serie fue el de suavizar el mono de Freddy que teníamos.