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Voto de JuanCádiz:
7
6,6
7.687
Drama
Drama ambientado en la década de los 50, en Estados Unidos, que retrata la adolescencia de un chico a través de la relación con su madre y con su cruel y autoritario padrastro. (FILMAFFINITY)
21 de junio de 2008
89 de 130 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando contaba con mis nueve años me dio por merendar phosquitos, bollicaos y migotes de madalenas. Esto llevó a que mi metabolismo no comprendiera muy bien en qué consistía su misión en la etapa de crecimiento y me hiciera crecer a lo ancho más que a lo alto.
Un verano, al grupito de hermanos-primos nos dio por ir casi a diario a la piscina municipal (aun me pregunto el motivo de tal antojo ya que vivimos prácticamente a pie de playa). La cuestión es que en la municipal había dos piscinas; Arriba la de adultos y bajando unas escaleras se encontraba la de niños.
Estamos hablando de la primera mitad de la década de los ochenta. No se estilaba por aquellos entonces lo de colocar jóvenes atléticos socorristas en piscinas como sería lo natural. En la municipal había de vigilante un viejo tripón de unos 65 años con una pinta de amargado impresionante. Como atuendo no llevaba la clásica camiseta blanca con la cruz roja en la espalda ni el bañador color rojo. El uniforme de este personaje consistía en un pantalón de pinza color café con leche, una camisa blanca con estampados modelo "cortinas" y un Purito Rey en la comisura de los labios. Tenía la manía de meterse la camisa por dentro del pantalón dejando ver que lo llevaba por encima del ombligo, con dos cojones el abuelo.
Supuestamente este hombre sería el encargado de sacarte del agua en caso de que te diese un yuyu ahí dentro. Y la peña bañándose tan pancha.
Pues el caso es, que nosotros llegábamos a la municipal. Después de pagar las cien pesetas de entrada, nos íbamos escopetados a la piscina infantil con la intención de meternos en ella y no salir hasta que el viejo tocase el silbato como aviso del final de jornada.
Pero había un problema. Era un detalle al que nadie prestó nunca atención... salvo yo. El viejo me tenía manía.
Supuestamente yo entraba por edad en la categoría; "chaval con derecho a remojarme en la pequeña". Pero el tío, de vez en cuando asomaba su puta cabeza por la barandilla de la parte de arriba, en donde la piscina grande, y cuando me veía rodeado por docenas de niños de MI MISMA EDAD gritaba lo siguiente; ¡¡Gordo!! ¡¡¡gordoooo!!!.
Yo inmediatamente giraba mi cabeza hacia el cabrón intuyendo que "el gordo" era yo. Cuando se producía el vis a vis, ya no había más palabras; con su mano hacía un gesto bastante contundente que quería decir algo así como; lárgate de ahí. Tú a la grande.
No cuestionad mi reacción, tended en cuenta que era un estúpido crío. Pero yo me salía obediente de la piscina y subía las escaleras hacia ese incómodo mundo adulto. Es verdad que allí había auténticos bombones. Es cierto que las cachas de las pavas eran mejores que las de las niñas. Pero qué coño, yo quería estar con mi generación.
Sigue en spoiler...
Un verano, al grupito de hermanos-primos nos dio por ir casi a diario a la piscina municipal (aun me pregunto el motivo de tal antojo ya que vivimos prácticamente a pie de playa). La cuestión es que en la municipal había dos piscinas; Arriba la de adultos y bajando unas escaleras se encontraba la de niños.
Estamos hablando de la primera mitad de la década de los ochenta. No se estilaba por aquellos entonces lo de colocar jóvenes atléticos socorristas en piscinas como sería lo natural. En la municipal había de vigilante un viejo tripón de unos 65 años con una pinta de amargado impresionante. Como atuendo no llevaba la clásica camiseta blanca con la cruz roja en la espalda ni el bañador color rojo. El uniforme de este personaje consistía en un pantalón de pinza color café con leche, una camisa blanca con estampados modelo "cortinas" y un Purito Rey en la comisura de los labios. Tenía la manía de meterse la camisa por dentro del pantalón dejando ver que lo llevaba por encima del ombligo, con dos cojones el abuelo.
Supuestamente este hombre sería el encargado de sacarte del agua en caso de que te diese un yuyu ahí dentro. Y la peña bañándose tan pancha.
Pues el caso es, que nosotros llegábamos a la municipal. Después de pagar las cien pesetas de entrada, nos íbamos escopetados a la piscina infantil con la intención de meternos en ella y no salir hasta que el viejo tocase el silbato como aviso del final de jornada.
Pero había un problema. Era un detalle al que nadie prestó nunca atención... salvo yo. El viejo me tenía manía.
Supuestamente yo entraba por edad en la categoría; "chaval con derecho a remojarme en la pequeña". Pero el tío, de vez en cuando asomaba su puta cabeza por la barandilla de la parte de arriba, en donde la piscina grande, y cuando me veía rodeado por docenas de niños de MI MISMA EDAD gritaba lo siguiente; ¡¡Gordo!! ¡¡¡gordoooo!!!.
Yo inmediatamente giraba mi cabeza hacia el cabrón intuyendo que "el gordo" era yo. Cuando se producía el vis a vis, ya no había más palabras; con su mano hacía un gesto bastante contundente que quería decir algo así como; lárgate de ahí. Tú a la grande.
No cuestionad mi reacción, tended en cuenta que era un estúpido crío. Pero yo me salía obediente de la piscina y subía las escaleras hacia ese incómodo mundo adulto. Es verdad que allí había auténticos bombones. Es cierto que las cachas de las pavas eran mejores que las de las niñas. Pero qué coño, yo quería estar con mi generación.
Sigue en spoiler...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Mis acompañantes jamás notaron este acto, que se repitió cada vez que íbamos allí. Normalmente uno a su hermano le comenta estas anécdotas tan simpáticas en el preciso instante en el que suceden, o lo hace de vuelta a casa... pero la palabra "gordo" era clave para que lo silenciara. A esa edad te tragas que no te dejen disfrutar de algo que pagaste, pero jamás expondrás que alguien te llamó gordo.
Hubo un día, que mi madre decidió ir con nosotros a la piscina. Fue un previo muy interesante. Me sentía animoso, aunque a la vez confuso... ¿cómo reaccionaría el vejestorio al verme acompañado del séptimo de caballería?, sinceramente yo no creía que fuese capaz de chulearme al verme acompañado de un no-niño...
Lo que descubrí al entrar en la piscina fue ACOJONANTE. Mi madre, ajena a todo, al ver al viejo se fue hacia él y le dijo lo siguiente en tono alegre; !Hola Agustín! ¿Cómo está, usted?, ¡¡¡qué alegría, cuantos años!!!
El viejo respondió lo siguiente; ¡Carmen!, es verdad, cuantos años!. El tal Agustín fue vecino de la casa en donde viví hasta los 4 años.
Mi madre charló unos minutos con él. Una de las frases claves de mi madre, que me alegré de oír, fue cuando señalando a unos niños (entre ellos yo) dijo, aquí vengo a echar el día con mis hijos.
El asqueroso nos miró a todos y añadió con un temple envidiable; ¡vaya, cómo han crecido! No los he reconocidos, y eso que vienen aquí casi todos los días.
Aquella tarde disfruté como un cabrón de la piscina infantil. El hijo puta no se asomó ni una vez a la barandilla. Incluso puedo asegurar que la tuve dura durante toda la tarde dentro del agua. Fue acojonante.
A los dos o tres días, fuimos otra vez los niños sin mamá. Todos nos metimos en la piscina infantil. Cojones, como tenía que ser. Yo ya me sentía un niño más. Buceaba en expedición por cada rincón del fondo de aquella (hasta entonces inexplorada) piscina. A los cinco minutos oí una voz desde la barandilla; ¡Gordo, gordoooo! el cielo se me echó encima. Miré. Era el cabronazo ese otra vez. Señaló con la mano la piscina adulta. La mirada era repugnante. Su puta cara parecía expresar un; no te vayas a creer que me has ganado.
Pedazo de maricón -pensé-, Con mi madre delante no tuviste cojones e hiciste muy bien el papel.
Me fui abatido a la grande. Al menos, allí vi cosas interesantes. Una vez a una niñata que jugueteaba con el novio se le salió del bikini un pezón... Tampoco aquí se está tan mal - calculé.
Aquí te dejo mi relato cual un Tobias Wolff de Cádiz, Dani Écija. Cúrrate el guión y hacemos la versión española de "Vida de este chico". La podemos llamar "El mamón del silbato".
Vamos a medias, no te vayas a pasar de listo. No seas tú más cabrón que el viejo.
Hubo un día, que mi madre decidió ir con nosotros a la piscina. Fue un previo muy interesante. Me sentía animoso, aunque a la vez confuso... ¿cómo reaccionaría el vejestorio al verme acompañado del séptimo de caballería?, sinceramente yo no creía que fuese capaz de chulearme al verme acompañado de un no-niño...
Lo que descubrí al entrar en la piscina fue ACOJONANTE. Mi madre, ajena a todo, al ver al viejo se fue hacia él y le dijo lo siguiente en tono alegre; !Hola Agustín! ¿Cómo está, usted?, ¡¡¡qué alegría, cuantos años!!!
El viejo respondió lo siguiente; ¡Carmen!, es verdad, cuantos años!. El tal Agustín fue vecino de la casa en donde viví hasta los 4 años.
Mi madre charló unos minutos con él. Una de las frases claves de mi madre, que me alegré de oír, fue cuando señalando a unos niños (entre ellos yo) dijo, aquí vengo a echar el día con mis hijos.
El asqueroso nos miró a todos y añadió con un temple envidiable; ¡vaya, cómo han crecido! No los he reconocidos, y eso que vienen aquí casi todos los días.
Aquella tarde disfruté como un cabrón de la piscina infantil. El hijo puta no se asomó ni una vez a la barandilla. Incluso puedo asegurar que la tuve dura durante toda la tarde dentro del agua. Fue acojonante.
A los dos o tres días, fuimos otra vez los niños sin mamá. Todos nos metimos en la piscina infantil. Cojones, como tenía que ser. Yo ya me sentía un niño más. Buceaba en expedición por cada rincón del fondo de aquella (hasta entonces inexplorada) piscina. A los cinco minutos oí una voz desde la barandilla; ¡Gordo, gordoooo! el cielo se me echó encima. Miré. Era el cabronazo ese otra vez. Señaló con la mano la piscina adulta. La mirada era repugnante. Su puta cara parecía expresar un; no te vayas a creer que me has ganado.
Pedazo de maricón -pensé-, Con mi madre delante no tuviste cojones e hiciste muy bien el papel.
Me fui abatido a la grande. Al menos, allí vi cosas interesantes. Una vez a una niñata que jugueteaba con el novio se le salió del bikini un pezón... Tampoco aquí se está tan mal - calculé.
Aquí te dejo mi relato cual un Tobias Wolff de Cádiz, Dani Écija. Cúrrate el guión y hacemos la versión española de "Vida de este chico". La podemos llamar "El mamón del silbato".
Vamos a medias, no te vayas a pasar de listo. No seas tú más cabrón que el viejo.