Está claro que si uno se quiere inyectar por las venas un auténtico peliculón hay que tirar por otro camino distinto del que conduce a "Persecución extrema". Pero esos otros caminos que te conducen al verdadero arte están plagados de trampas mortales, ya que, tanto como pasa con el amor y con el odio, a la obra maestra y al bodrio sólo las separan un paso.

El cine de Todd Solondz ó el de David Lynch, por buscar dos ejemplos rápidos, pueden ser considerados arte. Son de este cine que se ganan los aplausos antes incluso de ser rodado, por el simple hecho de que a su director se le va la pelota con demasiada facilidad. Y ya se sabe, como los genios están locos, y locura = arte, creemos que tenemos que rendirle pleitesía para no quedar de simplón. Pero la realidad es otra, uno entra a su mundo con ganas de sorprenderse, y luego sale con ganas de volarse la tapa de los sesos la mayoría de las veces.


Sin embargo, hay ocasiones en las que no se te apetece arriesgarte, y decides que quieres simplemente pasar un rato distraido; sin sorpresas. Ahí es cuando entra en juego ese otro camino, tan simplón, tan vulgar, tan alejado de la maestría, pero que te asegura que llegarás al final sin que se aborte a los cuarenta minutos la proyección.

Topicazos de vergüenza ajena.
Frases ridículas.
Justificaciones, para que la trama siga, de parvulario.
Iraquíes usados de escudo humano bajo un aluvión de balas...

...Todo ello no impide que lleguemos a los créditos finales. Pero en ese otro camino, en el del verdadero arte, sí corres el riesgo de apagar el DVD a mitad de la película. Por esto mismo, cuando tienes antojo de pasar un rato agradable, hay ocasiones en las que es más aconsejable tirar por el camino que te lleve a lo horteras... y The Marine (persecución extrema), es muy muy horteras.

Se ve perfectamente.