Después de deslumbrarnos en Mátrix y habernos dejado algo indiferentes en Reloaded llega a nuestras pantallas Revolutions; la tercera y última entrega de la saga de los Wachowski. En esta ocasión se sigue apostando a nuestro pesar por lo romántico en cuanto a Neo y por lo cómico en cuanto a Smith. El salvador del mundo sigue empeñado en comerle la boca a la novia escena sí escena también. Para mi gusto sobra. Manía esta del cine de querer meterle cañonazos de amor a todo. Un mesías ha de estar centrado en lo que tiene que estar, como lo estuvo el bueno de Jesús. De veras que no se a que viene la escena del calentón en el ascensor. Hay producciones en las que no es necesario tirar de los enamoramientos; Y Matrix es una de ellas.

En cuanto a la imagen del agente Smith poco se podía hacer ya; en Reloaded metieron la variante de -chistes y coñas- entre él y sus fotocopias convirtiendo al malo en un graciosete poco representativo del papel que debería simbolizar. Ahora en la tercera resultaba demasiado tarde rectificar, el agente ya se lució en la anterior. Prefiero la condición seria y amenazadora que paseó únicamente en la primera; se antojaba de carácter mucho más atinado.


Aunque no todo son quejas. En Revolutions hallaremos un final de epopeya decente en donde junto a la lucha de Neo por acabar con el reinado de las máquinas asistiremos a una decente batalla entre Sion y las máquinas.
Resaltar las increíbles escenas de acción resulta inútil, ya que si hemos llegado hasta la 3 sabemos de sobra hasta donde se es capaz de llegar con una coreografía, una gabardina y una cámara lenta.
Lo que sí me apetece mencionar es lo espectacular de la lucha bajo la abundante lluvia. El agua le da un toque soberbio al combate. No se lo pierdan.