Al dilema de Wittgenstein, sobre la imposibilidad de la referencia fregeana en algunos términos, llegamos al contemplar a un niño pequeño en su aprendizaje. O sea, a la pregunta: ¿Qué sabe este niño? o ¿Cómo puedo evaluar lo que sabe y cómo sé si lo que sabe es realmente lo que es o directamente, si lo que yo estoy tratando de evaluarle es susceptible de tener un consenso en la referencia o éste es imposible?.

A una manzana la puedo identificar. ¿Pero y a la ¨Justicia¨? No tenemos un Pepito Grillo que continuamente nos vaya diciendo lo que es justo o injusto. Además el ser humano tendría que saber que él, normalmente desea, y luego ya se construye sus argumentos para justificar la buena moral de sus deseos. Sólo, y después de darse cuenta de esto, podría, mediante Abducción, decir: ¨Veo justo este caso, en el cual yo salgo perjudicado¨. Y entonces, dormir con la consciencia tranquila. Y sin saber si su Juicio en ese caso, es realmente Justo o no, estaría ineludiblemente más cerca de la Justicia. Pero esa forma de actuar sería imposible en un infante, en un niño.

Me gusta pensar que la Justicia, cuando hay dos personas, debe ser obligatoria por necesidad. Nada bueno sale de una injusticia. Pero cuando no hay persona perjudicada directamente, cuando no se desviste a un santo para vestir a otro, entonces primero debe actuar la Justicia y las Normas, pero después, inevitablemente tiene que actuar la Caridad. Finalmente, debe quedar la Caridad.

Quizás la película más Católica de la Historia del Cine la hizo un director persa. Una lección Moral inigualable. Luego, Kiarostami, aconsejado por las élites culturales, se repetiría con ejercicios de Metacine continuados; ejercicios premiados y que de alguna manera empujan, y sacan de la foto, la única obra maestra de un autor ,promedio, que llegó de sopetón y sin avisar, a presentarnos este film en estado de Gracia. Los premios que vinieron después fueron los frutos de este film.

Una obra maravillosa de verdad, que no sirve para educar, aunque se debe intentar siempre predicar con el ejemplo. En este caso, la virtud de la Caridad se tiene de manera innata, donde al niño no le hacen falta ejemplos para aprenderla de forma abductiva, sino que surge espontáneamente; ni al espectador nos hace falta conocer el catolicismo para reconocerla y emocionarnos con ella.