Él estará allí, esperándote. Para él, el tiempo no pasa, su propio tiempo existe en función de lo que puede darte. Fuiste su primera imagen, su primer afecto. No es un animal cualquiera, sus raíces son ancestrales, lleva consigo energías, todas ellas volcadas sobre tí. Recuerda cada trote compartido, cada ladrido acompañándote mientras subías a ese tren, que aún así no lograba alejarte de él. Recuérdalo como él te recuerda, siempre vivo, porque la comunicación entre los seres trasciende los lugares, los tiempos. Hachiko forma parte de tus cosas, corre a por su pelota, cuyo significado no llegaste a comprender, y devuelve el lazo eterno que él ha construído.

De Gere rescato su mirada de amor para con el perro. Lo cierto es que ese animal envuelve al actor dentro de un aura mágica imperecedera, pero todo es virtud de Hachiko. La verdad es que ni la familia está a la altura de su lealtad y afecto. En lo personal, no tiendo a resistirme a las lágrimas, sobre todo cuando son honestas. Es una de las pocas pelis en donde dejé suspender todo análisis en pro de sentir la narración a flor de piel, porque estas descargas nacen de lo mejor de uno, y uno queda luego purificado.
Todavía mantengo en las retinas de mi mente esos otoños que pasan, ese tren, esa mirada del animal, por Dios, te desgarrra el alma.
Hachiko quedará para siempre a mi lado.