Luego de un amago inicial que engancha, Tufts con paso discreto y hábil nos va mostrando su, mejor, cara. Porque El novio encara la vida de un escritor que, según dada la fórmula, transfiere su propio oficio a los tonos de la peli: se hace particular incapié en los juegos de palabras, el armado elaborado y pulcro de los diálogos nos demuestra que estamos ante la obra de un escritor, dentro y fuera de la película.

Es una obra inteligente que no se ahorra el abrir debate sobre la función del arte, aunque luego no tiene demasiada relevancia dentro del argumento, al igual que el hermano de la muchacha que la juega a dos puntas. Busca un humor sutil, sin lugar a dudas lo más logrado, y su espíritu irónico se transmite a las mañas que utiliza la peli para salir del nudo argumental que ella misma crea. En ese sentido lo hace muy bien, utilizando montajes paralelos sobre cada pareja antagónica y formando una columna vertebral sumamente práctica y simple...hasta el final, en donde se quiebra definitivamente el verosímil, salvo que la obra pueda ser tomada como un metatexto del escritor mismo, pero no queda del todo claro o la peli no sabe bien como decodificarlo.

Es interesante, quizás más interesante de lo que parece, y me animaría a decir que se presta para una o dos lecturas,por ende, uno o dos visionados.