El protagonista de esta película que se queda a medio camino definió su vida como un túnel, largo y personal. Elaborada mediante técnicas sencillas, esta obra parte de un exterior: una ruta imposible, por momentos surrealista; extras que se filtran en la trama solo para atormentar más al ya sufrido antihéroe y sus problemas matrimoniales, y sus problemas amorosos, y sus problemas con el alcohol, numerosos problemas que se hunden en lo más profundo. Entonces, esa ruta infinita, esas luces rojas de pronto adquieren un tinte mucho más emocional y alegórico, pero que no conducen sino a otras desviaciones, a otros caminos que terminan por volverse demasiado contemplativos, demasiado estáticos. Entre la crisis de la que se busca salir, o no, y una etapa que resulta de transición constante, Luces rojas se arriesga en sus tonos oscuramente intimistas, pero no logra dar con el fin de esa ruta por momentos agobiante, y no en el mejor de los sentidos.