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Argentina Argentina · Buenos Aires
Voto de Juan Rúas:
6
Drama. Romance. Thriller Anna (Sandrine Bonnaire) entra en la oficina equivocada y acaba discutiendo su vida marital con William (Fabrice Lucchini), un asesor financiero. Sus conversaciones iniciales les llevan a una serie de encuentros en los cuales William, preso de la excitación, no se atreve a contar a Anna que no tiene licencia profesional. (FILMAFFINITY)
21 de diciembre de 2009
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Leconte se aferra al fetiche cinematográfico por excelencia: el voyeurismo. Cuando varios directores dieron cuenta de que sus ojos representaban ese ángulo de la cámara encargado de reflejar la "realidad", no tardaron en aparecer temas en donde la observación a distancia pasaría a ser primordial. En este caso no se produce un metalenguaje; Confidencias se cierra en sí misma, pretende explicarse por si sola desde su propio nudo argumental sin entrar en paratextos.

Reglas básicas que promueven el cine voyeur: desde La ventana indiscreta, Paranoia, Alguien me observa y ¿Quién me esta observando?, parecería que estas temáticas rechazaran la simpleza argumental. Se requiere de vueltas y vueltas, retorcimientos del guión para complejizar aún más la trama. Con éxito algunas, otras cayendo en el delirio, en este caso Confidencias apela al diálogo manido, a la verborragia intelectualoide complementada con gestos que actúan allí mismo donde el acto se encuentra ausente.
No hablamos de frustraciones, o de sujetos que bloquean sus verdaderas intenciones, todo lo contrario: Confidencias arma su mundo interno desde el enigma que nos representa el otro, el extraño que tenemos delante y que de alguna manera también nos refleja. Negar su sexualidad latente es tan necio como colocarla en un primer lugar. Es paradójico, pero la obra se encuadra desde una clara sensualidad asexuada, primigenia. Desde un reconocimiento que busca ejecutar el explorador más novato.
Tiene sus altibajos: el desarrollo carece de riqueza dialogal, siendo ésta su punto nieve; muchas veces se torna repetitiva y frívola, como si no pudiera ahondar en sus propias inquietudes. Pero se cierra satisfactoriamente con un ida y vuelta que no sorprende, más bien reconforta.
Juan Rúas
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