Se acabaron las historias originales de vampiros. Al igual que en el género zombie estamos viviendo una puja directa, disimulada o no, de los directores de turno con temáticas que ya no dan más de sí, que se han agotado. Ahora se trata de ver como hacer de lo revisto algo que se pueda volver a ver sin sentir que se está masticando un chicle sin sabor. Xan lo intenta desde un enfoque previsible.

Escenas de sexo en un baño saturado de un vapor nebuloso; escenas de sexo con esposas de por medio y planos cenitales; escenas típicas de conversaciones grupales sobre la naturaleza vampírica en medio de ambientes aristocráticos; escena de pasión contenida por una puerta con cadenilla que no debe abrirse...
La estética domina a la trama: si no se puede innovar sobre la historia, innovemos en el cómo se la ve, como degustamos cada escena, cada fotograma, cada plano bien cuidado.

Kiss es una película de vampiros de la boca para afuera. Exceptuando las escenas gore todo parece orientarse dentro de un drama romántico entre personas socialmente bien posicionadas. El adulterio es el conflicto verdadero, las pasiones desatadas que el deber emocional no logra contener. A su vez se percibe cierto hermetismo típicamente clasista que toma una inusitada intensidad en el desenlace (spoiler).

El desenlace es otra cuestión, se merece por sí solo una crítica aparte.