Rosario es mucho más que una peli de amores odiosos, muertes, droga y pasiones contrariadas: esta obra se encarga de describir costumbres, ritos y mucha, mucha calle colombiana, de las más dura, de la "más peor".
No obstante, tiene una lectura que trasciende su contexto, se puede leer desde cualquier espacio e incluso esas tradiciones propias del mundo colombiano pueden aparecer para el espectador extranjero como dotadas de una magia que otorga un condimento extra a la película.

Los personajes son creíbles y cada actor tiene sus matices, sus formas: por momentos resultan notables los cambios de tono, como desde los gritos y la bronca se pasa a un susurro entre dientes, a pura fuerza pasional y es que esta obra es una obra de visceras, como debe ser, puesto que colombia debe, y muchas veces lo hace, sacar algo positivo de una condición social cada vez más paupérrima.

Lejos de la demagogia, Rosario se encarga de mostrarnos un torbellino de emociones en el que te podes enredar sin problemas, quizás no de la forma más feliz y este es uno de los mayores defectos de la peli: su estructura narrativa fragmentada y un discurrir argumental que en su desenlace no convence del todo hacen decaer una obra que pudo haber sido, y no lo dudo, de magnitudes inmensas.