Una cita es una evidente, transparente, cuasi modélica película de autor. Esto de ningun modo representa una virtud, de hecho son las manías de Lumet por arrastrar vicios formales los que terminan por minar esta obra. De todas maneras la cinta esta conseguida, si tuviéramos que retratar su talón de Aquiles pues...digamos que de tan pulida terminó por perder brillo.

Gradual, seca, meticulosa y constantemente indirecta, Una cita reúne dichos adjetivos y da forma a un drama con visos románticos. Un hombre cree que su esposa trabaja secretamente como prostituta: escueta sinopsis que, por otro lado, tampoco tiene mucho más para desarrollar. Lo que hace vivir a la obra es su eterno silencio a la hora de poner los sentimientos, y por ende las sospechas, sobre la mesa por parte de los personajes. Esto hace que Una cita vaya deviniendo en un drama intimista que se antoja sutil al principio, pero que luego en su mera repetición de causas y efectos la haga pecar de "sutilmente explícita". Porque llegados a un punto es obvio un desenlace que pretendía no serlo.
Por otra parte su narrativa, al apegarse a un estilo de trámite lento, termina por caer en un hoyo empalagoso. Esto es responsabilidad de Lumet, director que apenas conozco con esta obra pero que en apenas una película mostró como, sin quererlo, puedes transformar una virtud formal en un arma de doble filo.

Una cita puede dejarse ver, puede incluso mostrarse como en un desfile de modelos. Sin embargo emite a cada momento señales de alarma. Señales que, mucho me temo, fueron omitidas por un mero capricho.