Arranca prometedoramente. De seguro el argentino promedio podrá reirse del vocabulario soez y lunfardo del que se vale la peli para sus diálogos. Por su parte, Fito Paez inicia su idea con un tono levemente inclinado hacia el grotesco, con numerosas alusiones a la cocaína, tan mencionada en muchas de sus canciones. Uso de la cámara singular, con primeros planos angulares y algunos cenitales caprichosos. Nos encontramos ante una comedia negra con cierto aire surrealista y gamberro, que luego deviene hacia un guión absurdo que se bifurca ad infinitum mediante una estructura típica de peli de enredos y con la presentación de personajes vario pintos: marginales/mafiosos/esotéricos y un sin fín de extras.

El problema de la peli es el mismo que se presenta en el primer párrafo que escribí: un atolladero de ideas de inspiración irregular, encadenadas con la lógica del azar arbitrario, aunque suene paradójico. El interés del espectador decae conforme avanza la cinta, es que la peli se adentra tanto en el absurdo que comete un error de base: termina por no tomarse en serio, y cuando eso pasa ya todo está perdido.