Cuando afrontamos un policial, afrontamos todas sus, grandes, virtudes junto con sus, grandes, limitaciones. Los ojos posee un agregado especial: el elemento fantástico sobre el que circula la trama. Sin despeinarse, utilizando los recursos del género de una forma tan convencional como prolija, Kershner nos ofrece ésta, su obra no apta para mirones desequilibrados.

Glamour, moda, voyeurismo y fotos sensacionalistas: el mundo de Los ojos nos sitúa rápidamente dentro de una visión bidimensional y perversamente atractiva. Hasta parecería que podríamos posar para esas fotos, hasta parecería que se da luz verde para exhibir lo más grotesco y circense. La persona detrás de este festival se llama Laura Mars: ella observa a través de los ojos de un asesino que parece odiarla, a ella y a todo su contexto. De manera tan trillada como dinámica, la obra nos pone a punto. Falsos sospechosos entran y salen del guión, manipulados no por algun asesino sino por las leyes del policial. Allí donde cabe esperarse una vuelta de tuerca, pues, está garantizada, junto con un final de esos que siempre se esperan. La labor de los actores roza lo discreto, pero sospecho que ésto no sucede tanto por carencia de talento sino por ciertos modismos exagerados propios de la época. De todas maneras el reparto cuenta con algunos personajes de interés y Tommy Lee Jones lo bordea con dignidad.

El voyeurismo por lo prohibido, por lo éticamente reprobable: ahí es donde Los ojos trascienden un poco por sobre una historia plana. Como si la cámara se distanciara de todo, pero lograra, paradójicamente, acercarnos más a los hechos concretos.
Rechazarás esas fuertes imágenes, al mismo tiempo que éstas te atraerán por su sabor adictivo.