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Voto de José Miguel:
8
Drama. Romance Primavera de 1999. Camille, de quince años (Lola Créton), y Sullivan, de 19 (Sebastian Urzendowky), viven un amor apasionado, pero él partirá para Sudamérica, dejando a Camille dolorida y desesperada. Años más tarde, Camille, que forma una sólida pareja con Lorenz (Magne Havard Brekke), volverá a encontrarse con Sullivan. (FILMAFFINITY)
12 de septiembre de 2017
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Mia Hansen-Love hace de un tema tratado y universal una película de una gran belleza y poesía.
Primer amor va de menos a más. La cinta no arranca hasta pasada media hora, parece quedarse estancada. Te preguntas si su directora querrá contarnos algo más y es a partir de ahí, sin brusquedades, con la realidad de la vida como base que continua.
Como en su siguiente realización, Edén perdido en la música, el film avanza con saltos en el tiempo, apenas unos meses o años que en la edad del descubrimiento equivalen a muchos más en la edad adulta.
Mia H. rueda con largos silencios, diálogos precisos, planos llenos de poesía apenas aguantados unos segundos, todo en perfecta coexistencia con la escena que graba.
Primer amor no busca explicaciones a sentimientos tan autodestructivos como inexplicables son el origen que los genera. No hay culpabilidad en los personajes, ni en el entorno. Asistimos a la realidad misma de las relaciones sentimentales en las que cada uno es un yo personal, con nuestros sueños y cadenas que nos impiden realizarlos.
Lola Créton, el personaje de Camille, requiere más registros que los que la actriz ofrece, acentuado por el peso que soporta en el film y el gran protagonismo que ejerce. Aunque la cinta es de un tono eminentemente triste no basta con llorar y mantener la misma expresión de seriedad, da la sensación de realizar un papel rutinario. Mia H. no supo sacarle un rendimiento más elevado a la joven Lola Créton.
Hay que destacar al equipo de vestuario entendiendo adecuadamente lo que las escenas proponían haciendo pasar desapercibido una vestimenta y una estética de unos años tan recientes en la memoria que es imposible engañar al espectador.
No desvelo nada al significar el abrupto y poético final que sugiere a la Ofelia de Shakespeare.
José Miguel
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