Niños insoportables, drogados de azúcar en la factoría del Big Mac. Se merecen esa invocación frente al espejo que despierte a la bestia tras años de regalitos chorras metidos en cubículos de cartón y nuggets deshidratados, rehidratados después y coloreados hasta lograr una pasta uniforme a la que llaman pollo.
Es gracioso y apenas dura cuatro minutos, pero no es apto para todos los estómagos, creo que va dirigido a los que nos saciamos con las mayores y mejores hamburguesas del BurriKing.
Este Roland McDonald deslenguado -nunca mejor dicho- me hizo sonreír dos veces en cuatro minutos, y eso ya es destacable.
Los hermanos Philippou, hijos del país de los canguros prometen bastante; esperemos más diversión a golpe de machete.
Nota: 5,75.