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Colombia Colombia · Bogotá
Voto de Azulejano:
8
Drama Tras serle descubierto un cáncer de garganta, y ante el fatalista pronóstico del médico, el ex-militar alemán y ahora próspero empresario, Albert Von Gerlach, reclama la presencia de su hijo Werner, el cual llega junto a su esposa Johanna... y algunos delicados secretos familiares se descubrirán desde entonces.
26 de abril de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con "Los condenados de Altona", Vittorio de Sica hace su particular "película alemana", como también harían sus otros compañeros neorrealistas; Rosellini con "Alemania, año cero" y Visconti con su trilogía alemana (La caída de los dioses, Ludwig y Muerte en Venecia). Así pues, pareciera que después de contar el horror de la guerra y la posguerra italiana, este trinomio sagrado del cine trasalpino hubiese volcado sus ojos sobre sus vecinos del norte, quizá porque hablar Alemania es, en último término, hablar sobre sí mismos. No en vano, sus historias nacionales de los últimos doscientos años tienen demasiadas cosas en común.

A partir de una obra teatral de Jean-Paul Sartre, De Sica elabora una película en la que el diálogo tiene demasiado peso, lo cual puede terminar lastrando hasta cierto punto el producto final; pero, también es cierto que en ese ir y venir de conversaciones que parecieran estancar la acción es donde se esconde lo más apreciable del filme. Es decir, estamos ante una película tremendamente dialógica y, para mal o para bien, esa es su manera de contar lo que cuenta, quizá la única, porque los personajes están tan apabullados por sus situaciones existenciales, por sus miedos y sus culpas, impedidos para moverse, que solo les quedan las palabras, vivir en las palabras, y perder el don de la palabra, como le ocurre al patriarca Von Gerlach, es tan o más terrible que la misma muerte.

De otra parte, la película evidencia el virtuosismo narrativo de un director que fundaba su estilo más en el contenido, entre melodramático y lo tragicómico, que en la forma de contar sus historias. Aquí, en cambio, nos encontramos con una obra que tiene un acabado distinto. La cámara está dotada de mucha vida, va y viene, sube y baja, tan pronto hace un zoom como una toma en gran angular, como si ese vitalismo que derrocha la imagen sirviera como contrapunto al relato de la ruina que amenaza a todos los personajes.

En fin, que si alguien está esperando encontrar en esta película algunos rasgos del Vittorio de Sica más convencional, mejor es que pase de largo, porque esta es una película anómala en su filmografía, diferente, alemana si se quiere. Una película que apunta más a la razón que al corazón del espectador.
Azulejano
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