Cuando una película nos llega a las salas con dos años de retraso, por algo será. Aprovechando el merecido Oscar de Natalie Portman en “Cisne negro”, llega ahora a las carteleras este amargo melodrama, retrato de la sociedad actual, centrado en la desestructuración del núcleo familiar y los problemas y tensiones psicológicas deuna juven madre tras la inesperada y dolorosísima muerte de un bebé de 3 días, el “ángel” Isabel.

La película es dura de digerir, tanto por su complicada temática, como por la farragosa y sinuosa manera en que está contada esta adaptación de la novela de Ayelet Waldman.

La bellísima Natalie Portman interpreta a un personaje angustiado, que vuelca su amargura con su entorno más cercano, desde el paciente y comprensivo marido (Scott Cohen), el casi siempre repelente y a veces bondadoso hijastro (Chalie Taham), el padre de pasado familiar nebuloso (Miachael Cristofer) y la estirada y gélida ex-mujer (la ex-friend Lisa Kudrow, muy convincente en su rol menos amable).

Todo gira alrededor de Emilia (Portman). Su dolor, su impotencia, su sentimiento de culpa. Complicado. Lo malo es que Dan Roos no acierta a canalizar todo ese torrente de sentimientos en algo vistoso, palpable, atractivo (aunque no sea agradable) a los ojos del espectador, que asiste atónito ante las constantes salidas de pata de banco de una Emilia con falta de ayuda psicológica (¿nadie ha reparado en ello?).

Se podría discutir cómo plasmar en la gran pantalla el sentimiento de desarraigo de una madre que pierde a su bebé, pero lo que parece claro es que Dan Roos ha elegido un camino demasiado tortuoso, al menos en su narración.