“Gordos” es irregular y asimétrica, como sus personajes. Mezcla comedia y drama, pero sin llegar a profundizar en ningún género. La mejor definición la da el propio Sánchez Arévalo, una “comedia dramática sobre los excesos”.
“Gordos” no se queda en la superficie, en el michelín, se adentra en el interior de cada uno de los personajes. El hilo conductor y que da inicio es la terapia de Roberto Enríquez, que tampoco se libra del análisis de Daniel Sánchez Arévalo.

La sorprendente y reveladora “Azuloscurocasinegro” ha dejado paso a un film más elaborado, quizá de más. La complejidad, los contrastes y la ruptura (“quería llevar los personajes al límite”) exigen un sobreesfuerzo al espectador en sus cinco historias. Ese “engorde” dramático es lo que le quita fluídez a la narración y la hace más espesa. Los matices y las puntadas son sustituídas por un exhaustivo recorrido pormenorizado a lo largo de sus 120 minutos.
El resultado es un complejo retrato sobre las carencias y los trastornos.

El mayor atractivo es el carismático Antonio de la Torre (33 kilos ganados en poco más de 100 días), un homosexual inconformista y siempre descontento, incapaz de mostrar sensibilidad. Curiosamente, sus ataques de ira ponen el punto más cómico. Es, sin duda el gancho y lo mejor del film.
Las debutantes Leticia Herrero (la novia de Raúl Arévalo) y Marta Martín (la hermana gorda) aportan frescura y se constituyen en todo un hallazgo, hasta tal punto que se convierten en lo mejor de su respectivas historias. Verónica Sánchez cumple bastante bien , si bien Raúl Arévalo, en su papel de beato pudoroso no convence. Tampoco el final de su historia, demasiado solemne, ayuda mucho.
En definitiva, “Gordos” es demasiado apetecible al principio, pero al final se hace empalagosa.