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Voto de Strhoeimniano:
10
Drama Al estallar la Segunda Guerra Mundial, Solomon Perel, un joven judío polaco, fue internado en un orfanato soviético. Más tarde fue reclutado por los alemanes, que desconocían su identidad, y se convirtió, involuntariamente, en un héroe del ejército nazi. (FILMAFFINITY)
9 de febrero de 2006
42 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta obra es la prueba evidente de que la vida está muy, pero muy por encima, de la imaginación del más febril de los guionistas. La película adapta las memorias de Salomon Perel que nos narra sin pudores su insólita adolescencia (su hermano le recomendará que nunca cuente esta historia “pues nadie se la creerá”) durante la IIGM. Tras su huída hacia el Este, una vez que los nazis inician su política antisemita la vida de “Jupp” pasará por avatares cada vez más increíbles en el seno de los dos mayores totalitarismos del siglo XX: el estalinismo y el nazismo.
Su primera parada será un orfanato soviético donde comenzará su “reeducación” y asistirá, como testigo en primera línea, a los primeros coletazos de la purga estalinista. El giro radical se produce cuando el ejército nazi invade a la URSS y “Jupp”, judío de pura cepa oculta su condición y pasa de prisionero de los nazis a ser el héroe de ese batallón (es tomado como una víctima de los “malvados rojos”), lo que le da la entrada al mismísimo nido de víboras: una escuela de élite para las juventudes hitlerianas.
Lo maravilloso de la película es su acertada visión (factor que no gustó nada en Alemania, que pese al Globo de Oro a la mejor película extranjera, no fue nominada por la Academia germana, y eso que es una de las películas más premiadas de ese país, repescándola la Academia de Hollywood y nominándola al “mejor guión adaptado”). La película no nos narra una tragedia épica, como tantas otras que ilustran el “Holocausto” o la IIGM, sino la vida cotidiana de una gran representación (“Jupp” no vive una vida, la representa) en la que cabe de todo: amistad, amor, traición, el miedo... haciendo de todo lo que muestra una verdad incontestable. Esta tragedia tan íntima, nos es ofrecida por la directora polaca A. Holland con una sobriedad impecable, construyendo un discurso de una ironía finísima. La misma exploración del nazismo, la realiza en el impecable e idóneo escenario de un colegio, donde toda su mística e ideología cae por su propio peso y ante la verdad íntima que oculta “Jupp”. Despojada de sus aparatosos y ampulosos envoltorios, el nazismo es mostrado desde sus entrañas, no como ideología, sino como teología del odio, un odio que encuentra en la voluntariosa población un perfecto caldo de cultivo, no cuestionándose jamás (y ahí radica la tragedia) qué consecuencias trae ese cargamento.
La dirección de A. Holland es pausada, dejando que los planos expresen todo su contenido y dirigiendo a sus actores hasta que den lo mejor de sí. Ese es el caso del debutante, Marco Hofschneider, que realiza una interpretación prodigiosa, llena de autenticidad en todos sus momentos y trasmitiendo todo el caos que lleva semejante actuación. El resto del reparto está a igual altura, con una deliciosa Julie Delpy (era en coproducción con Francia, de ahí su presencia), haciendo de “novia” de Jupp, pero enamorada del partido nazi al que dará un hijo.
Una película necesaria y valiente
Strhoeimniano
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