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España España · Las Palmas de Gran Canaria
Voto de Borsalino:
9
Aventuras Un par de exploradores se encuentran con una ciudad perdida en medio de la selva gobernada por una reina misteriosa. (FILMAFFINITY)
7 de julio de 2012
16 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque su paso por el cine fue breve, María Montez no fue sólo una de las actrices más hermosas de su tiempo. Representó como pocas la necesidad de evasión de un mundo en guerra y constituye una referencia obligada del cine escapista. "Reina del Technicolor" y faraona del exotismo camp, su leyenda es entrañable. Hija de un cónsul español en República Dominicana, María se educó en un colegio de monjas en Santa Cruz de Tenerife y, desde el recato del uniforme clerical, se fue a Hollywood para lucir los velos de odalisca. La Universal Pictures reparó en su potente fotogenia y encarnó los sueños eróticos de una generación hasta el límite de la permisividad en títulos míticos como Las mil y una noches (1942); Alí Babá y los cuarenta ladrones (1944); La reina de Cobra (1944); Sudán (1945); o La conquista de un reino (1947), de Max Ophüls.

Finiquitado su contrato con la Universal, recibió la oferta del productor alemán Seymour Nebenzal para una nueva versión de la novela de Pierre Benoit, La Atlántida, antaño un éxito del director J.B. Pabst y la actriz Brigitte Helm. La filmación tuvo lugar en Francia y en los estudios Goldwyn en el verano de 1947 y contaba con Arthur Ripley en la dirección. Concluido el rodaje y una vez montada la película, se exhibe por la United Artists a los distribuidores en pase privado. Rechazaron la película por considerarla demasiado artística para su distribución comercial pero la impresión general es que la belleza plástica de la puesta en escena y los efectos estéticos de un montaje revolucionario hacían del conjunto una obra de arte. Contra la voluntad de Nebenzal, se decidió remontar y alterar la obra de Ripley, añadiendo footage procedente de la versión de Pabst en las secuencias desarrolladas en el desierto. Se asignó la labor de rehacer algunas escenas a Douglas Sirk quien inició un nuevo guión, filmando algunas escenas y abandonando el proyecto al serle ofrecida una película con Charles Boyer. John Brahms rodó las escenas subacuáticas en 1948, pero descontento con las intromisiones rehusó firmarlas. En su lugar lo hizo Gregg G. Tallas, un técnico que se había limitado a montar el material.

Aun así, La Atlántida atesora valiosos elementos de fascinación que la convierten en una obra insólita y, por serlo, destinada al fracaso comercial. Se titula en USA Siren of Atlantis para explotar el reclamo de María Montez, formando con su marido, el guapo actor francés Jean-Pierre Aumont, una pareja de antología pero demostró, al fracasar, que su carrera hollywoodiense había terminado. Pese a todo, su Antinea resulta fascinante y su hechizo continúa intacto en Blanco y Negro. Cuando la Universal la dejó de lado y María se fue a morir a su bañera de París, en 1951, con ella se fue un tipo de cine que cerró sus puertas para siempre.
Borsalino
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