La película sigue los pasos de su antecesora en la saga y para ello utiliza a los mismos protagonistas, que en unos casos siguen con su historia y en otros nos presentan una historia nueva. Pero son las mismas historias que tantas veces hemos visto en el cine y sin mayor profundización, o con un enfoque distinto que pudieran hacer las historias de estos personajes más atractivas. Hasta en los toques sensibleros para hacer llorar, sigue los esquemas conocidos de los melodramas americanos. Digo que son las mismas historias en cuanto a relaciones de parejas y familiares, pero en este caso, como en la anterior “Bearcity”, se trata de que los protagonistas pertenecen a la comunidad homosexual de los osos. La película tiene su punto reivindicativo sobre los derechos de cualquier colectivo que no produzca un daño a la sociedad, y muy especialmente, como ocurre en las últimas películas de temática gay en Estados Unidos, una reivindicación del derecho al matrimonio entre parejas del mismo sexo. Tiene también su pequeña trampa, como la anterior, no todo son osos, y entre los protagonistas principales aparecen muchachos jóvenes y cuyos cuerpos no tienen nada que ver con el mundo de los osos. Tiene otro aliciente más: con la excusa de rodar un documental sobre el mundo de los osos y el de celebrar una boda gay, la acción traslada a los personajes a una semana oso en un pueblo de los Estados Unidos, de tal forma que vemos como mundo casi único de la pantalla a un enorme conjunto de gente desinhibida que lucen sus carnes exuberantes y sus matas corporales peludas por toda la pantalla dejando claro que son felices con su cuerpo. En definitiva, si has visto la anterior, y no te interesa en especial el mundo de los osos, puedes pasar de ver “BearCity 2: The Proposal”