Es cierto que en la mayoría de las veces, quien padece una grave enfermedad se vuelve un egoísta y un tirano para los que están cerca. Esta es la historia, con el SIDA como fondo y fundamento. Vaya por delante mi cariño, mi enorme cariño, para todas las personas afectadas de esta enfermedad. Pero mi cariño no es con este director ni con este guionista. No puedo admitir que en el año 2001, y teniendo en cuenta que esta película puede verse muchos años después, aparezca este diálogo en el primer encuentro de un homosexual con SIDA y un joven lleno de vitalidad: “¿Tienes un preservativo? No lo tengo, no te preocupes.” y me da igual quien haga la primera pregunta. Dar esta concesión para una historia de amor me parece muy grave. A partir de ahí paso de la dirección, del guionista y no paso de la interpretación porque es extraordinaria, muy buena. Y gracias a esa interpretación, protagonistas y secundarios, he visto la película hasta el final. La planificación es muy intimista, saliendo pocas veces a espacios abiertos, lo que la hace adecuada a la historia. La ambientación me ha gustado porque es una historia de homosexuales y no de mariquitas locas. Es una historia que puede estar ocurriendo entre la gente con la que habitualmente nos tratamos. Pero espero que de ser así, no se produzca la inconsciencia que vemos en el diálogo que centra mi comentario.