La única versión que he conseguido de esta película no estaba en muy buenas condiciones y además, los subtítulos eran de una traducción desastrosa y no sincronizados. A pesar de ello me decidí a ver la película completa porque me gustó el arranque. El cine tiene su propio lenguaje y eso es algo que muchos directores parecen desconocer, pero aquí hay alguien que si sabe lo que es el cine y su mejor declaración de intenciones es, después de la voz en off del protagonista que nos dice quien es, un primer plano de un tarro de vaselina en el sillón donde suena el despertador. Con esto, para mi, ya supera el cinco de nota. La película pertenece a un tardío “Nuevo Cine Alemán” (Neuer Deutscher Film) del que Volker Schlöndorff, Rainer Werner Fassbinder, Werner Herzog y Wim Wenders pueden ser sus representantes más notables y como ocurre en ese movimiento, la preocupación principal es la situación del individuo ante la sociedad que quiere marcarle sus rumbos. En este caso tenemos a un maestro homosexual que trata de vivir una vida libre y feliz asumiendo su homosexualidad lejos de los prejuicios sociales. Habría que recordar que Alemania, y en especial Berlín, se iban convirtiendo en un centro progresista de la liberación homosexual. El director, del que no conozco otro trabajo, es valiente, y arriesga en su propuesta del nuevo cine incluyendo escenas de sexo explícito que las mentes pacatas tildarán de pornográfico. Me ha ido gustando más la película a medida que avanzaba hasta llegar a una escena en la que hay una referencia a la pedofilia que no me acabó de gustar. En cine yo rechazo apenas nada, pero en este tema de relaciones sexuales con niños me opongo absolutamente. Pero curiosamente llego al final de la película y encuentro la justificación de la inserción de ese fragmento porque realmente, como se dice en el diálogo mientras dos adultos están viendo la película, es un fragmento de las películas que en la Alemania del Oeste el Ministerio de Educación distribuía en las escuelas.