Primera Telenovela de la era milenial: lo suficientemente pija para encandilar a las, por aquel entonces, veinteañeras y lo suficientemente inocua, predecible y aburrida para joderte la tarde si alguien monopolizaba la televisión viendo éste bodrio.

Contaba en su haber con la cara bonita de María Aguilera, el Viriato Roberto Enríquez y el esperpento Jesús Olmedo.

La serie es un buen ejemplo de como las cadenas de televisión españolas son expertas en conseguir lo que ni la física cuántica ha logrado descifrar: cómo mantener el movimiento perpetuo de basura televisiva retroalimentandose a base de la peor chusma televisiva: a algo se tendrán que dedicar.

En especial a Jesús Olmedo, actor cuya única pole es el percutirse a la Nerea Garmendia, pues ni en ésta telenovela tercermundista vestida en el Primark ni en su obra de teatro " 'No estoy muerto, estoy en Callao" consigue hacernos creer que es el macho alfa de la interpretación.

Despreciable engendro cocinado en las troneras de Telecinco.