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Burkina Faso Burkina Faso · Lolailo
Voto de Buscapé:
3
Ciencia ficción. Fantástico. Terror Tras la muerte de su padre, Joey cree que se comunica con él por medio de su teléfono de juguete. Pero, en realidad, Joey no habla con su padre, sino con un muñeco de ventrílocuo que hay en su habitación, un perverso muñeco que representa una amenaza para el niño. (FILMAFFINITY)
17 de septiembre de 2023
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A lo largo de la historia, los distintos procesos de nacimiento, expansión y conquista de las distintas civilizaciones, han llevado al nacimiento de imperios y desaparición de pueblos. El caso alemán es en si mismo una amalgama de ambivalencias propias de su cultura centrada en la introyección: Fritz Lang, Ernst Lubitsch, Billy Wilder, F.W. Murnau... Exponentes claros de un existencialismo disonante, repudiados y odiados por su propia madre patria para trascender allende los mares. Se dice que, de la tradición, nace la cultura... Esto vendría un poco a explicarnos el extraño caso de Roland Emmerich: un alemán dispuesto a traicionar "el nuevo cine alemán", (Herzog, Wenders, Fassbinder, Grass o Schlöndorff) en mor de una Green Card que le abriera el coño Holywoodiense de par en par.

Pero… ¿Qué es exactamente "El Secreto de Joey"? Si tenemos en cuenta la trayectoria posterior de su director, (Startgate, Independence Day o 2012) entonces nos percataremos de las verdaderas intenciones de su realizador: esta cinta no es más que un burdo portfolio, un collage de situaciones inconexas y ritmo pedestre que no busca cautivar a niños o adolescentes, las bastardas intenciones de Emmerich son la de ganarse la atención de los capitostes de Hollywood para traerse de Alemania, a un Speilberg de Aliexpress/Hacendado: Emmerich en ésta cinta directamente mutila cada escena de E.T. el Extraterrestre, Poltergeist o Encuentros en la Tercera Fase, sin rubor alguno. Y los codiciosos productores quieren a un tipo capaz de imitar a Spielberg para pagarle lo que a un inmigrante y controlarlo como un pele por cuatro chuches.

¿El argumento? Ni está ni se le espera: un niño queda huérfano de padre y lo que en un principio parece ser un milagro, (contacta con el espíritu de su padre a través de un teléfono de juguete) pronto se torna en algo mucho más siniestro y perverso: un ente que habita un chungo muñeco de ventrílocuo, es el que está manipulando al pobre Joey, aunque en ningún momento se nos dice el qué y ni el porqué de sus insanas intenciones. Es una narración tan torpe como la de Ridley Scott en “Legend”: productos bien fabricados, pero sin sentido, meros videoclips.

A lo que sí asistimos es a un compendio de escenas, a cada cual más recargada de luces y efectos especiales de los 80s, mostrándonos la "típica" vida de un niño de la América profunda de la era Reagan, esto es: familia de “clase media” que se funde todo el sueldo en estanterías enteras del Toys"R"Us: la habitación del chico haría palidecer la de cualquier retoño de la época, al contemplar toda la colección de Star Wars y demás merchandising metido a plomo en una orgía desmedida de capitalismo chungo. Puedo ver a ejecutivos obligando al director a meter toda la propaganda posible para engatusar a los chavales de la época.

Si a eso le añadimos el típico ramalazo europeo, obtenemos un producto bizarro que no contentará a nadie: la película es excesivamente ñoña e infantil para los adultos y, marcadamente oscura y siniestra, para el público infantil.

La música Paul Gilreath es una oda a la diabetes con melodías lacrimógenas y sentimentaloides que buscan despertar en el espectador lo que el director y reparto son incapaces de hacer: emocionar y entretener.

Por tanto, no es de extrañar que la cinta haya permanecido enterrada en el Currículum Vitae de su director y ni si quiera haya alcanzado el interés del público friki y nostálgico para convertirla en "obra de culto" como si ha sucedido con productos de similar factura, (“La Dama Blanca”, “El secreto de los fantasmas”, “El Hotel de los fantasmas” o “Más Allá de la Realidad”)

La cinta ganó cierta relevancia en España cuando la TVE de Pilar Miró, emitió a bombo y platillo allá por el 3 de marzo de 1990, la cinta vendiéndola como la siguiente E.T.; padres y madres ansiosos, acudieron a la cita y se comieron un pastiche que, aterrorizó a los más pequeños, (la sección interminable del laberinto) provocó ataques epilépticos masivos y aburrió a los ingenuos progenitores.

No toda época pasada fue mejor.
Buscapé
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